A esto, el hijo de Venus responde: “Aunque tu arco atraviese horribles fieras y violentas alimañas, el mío te atravesará a ti, y tu gloria será inferior a la mía”.
Cupido, batiendo sus alas, se abre camino y va raudo a la cima del Parnaso de donde sacó de su aljaba, que guardaba dos flechas que producían efecto contrario : una flecha provoca el odio, hace huir al amor. La otra flecha enamora, vuelve loco de amor a quien recibe el flechazo.
La flecha que produce amor es de oro y su afilada punta resplandece.
La flecha que hace huir al amor es de plomo y su punta es redonda.
Fue esta última la que envió el travieso dios sobre Dafne. Con la otra hiere a Apolo hasta la médula y en el acto queda el Apolo locamente enamorado.
Dafne, por el contrario, huye despavorida hasta del nombre del amor. Eran muchos los que la amaban y pretendían, pero ella a todos rechazaba. No quiere saber nada del amor, prefiere recorrer los bosques libre y sola. Su padre, el río, la apremia para que se case y tenga hijos, pero ella se ruboriza y ruega a su padre la deje disfrutar de su virginidad eternamente.
Pero Apolo deseaba sobre todas las cosas unirse a ella. La pasión le hacía alimentar esperanzas sobre un vano amor:
se fija en que a la ninfa los cabellos le caen en desorden sobre el cuello… ve sus ojos resplandecientes como llamas en la oscuridad y semejantes a estrellas… ve su boca que quisiera besar… queda extasiado con sus largos dedos y sus finas manos… con sus brazos semidesnudos…
Pero Dafne huye veloz como el viento y no atiende a los requerimientos amorosos de Apolo.
En su huida, el dios la encuentra aún más atractiva y deseable:
el viento descubría sus formas, las brisas que le chocaban agitaban sus ropas y echaban hacia atrás sus cabellos…
Apolo no puede aguantar más y obedeciendo a sus deseos la sigue, la persigue, como cuando un perro de caza ha visto una liebre en campo abierto. Así corren veloces el dios y la ninfa.
Él por amor y esperanza de lograrla. Ella, angustiada, con temor.
Pero Apolo es más rápido. Ayudado por las alas del amor, se niega al descanso, acosa la espalda de la ninfa, echa el aliento sobre su cuello.
Dafne, agotadas sus fuerzas palidece. Viéndose vencida por la fatiga de la huida mira a las aguas del río Peneo y exclama:
“!!Padre mío, socorredme. Destruye esta hermosura. Destruye el atractivo causa de mis pesares !!”
Apenas acabada su súplica cuando un entorpecimiento se apodera de sus miembros, sus suaves formas comienzan a ser envueltas por una delgada corteza, sus cabellos se trasforman en hojas, sus brazos en ramas. Sus pies, un momento antes tan veloces, ahora son raíces y su cabeza la copa de un árbol.
Toda su fisonomía queda transformada en un hermoso laurel.
Aún así continúa siendo bella y Apolo sigue amándola y, tocando el reciente tronco, percibe el acelerado palpitar del corazón de Dafne bajo la corteza y besa la madera. Más la madera huía de sus besos.
Al fin, vencido y dolorido, el dios habló: “Ya que no serás mía como mujer, lo serás como mi árbol. Siempre te llevaré sobre mi cabeza. Todos los Héroes también serán coronados con tus hojas mente ”.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario