sábado, 19 de febrero de 2011

"Platero y yo".

El niño tonto Siempre que volvíamos por la calle de San José, estaba el niño tonto a la puerta de su casa, sentado en su sillita, mirando el pasar de los otros. Era uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el don de la palabra ni el regalo de la gracia; niño alegre él y triste de ver; todo para su madre, nada para los demás.
Un día, cuando pasó por la calle blanca aquel mal viento negro, no estaba el niño en su puerta. Cantaba un pájaro en el solitario umbral, y yo me acordé de Curros, padre más que poeta, que, cuando se quedó sin su niño, le preguntó por él a la mariposa gallega:
Volvoreta d'aliñas douradas ...
Ahora que viene la primavera, pienso en el niño tonto, que desde la calle de San José se fue al cielo. Estará sentado en su sillita, al lado de las rosas, viendo con sus ojos, abiertos otra vez, el dorado pasar de los gloriosos.
El potro castrado.Era negro, con tornasoles granas, verdes y azules, todos de plata, como los escarabajos y los cuervos. En sus ojos nuevos rojeaba a veces un fuego vivo, como en el puchero de Ramona, la castañera de la plaza del Marqués. ¡Repiqueteo de su trote corto cuando, de la Friseta de arena, entraba, campeador, por los adoquines de la calle Nueva! ¡Qué ágil, qué nervioso, qué agudo fue, con su cabeza pequeña y sus remos finos!
Pasó, noblemente, la puerta baja del bodegón, más negro que él mismo sobre el colorado sol del Castillo, que era fondo deslumbrante de la nave, suelto el andar, juguetón con todo. Después, saltando el tronco de pino, umbral de la puerta, invadió de alegría el corral verde, y de estrépito de gallinas, palomos y gorriones.
Allí lo esperaban cuatro hombres, cruzados los velludos brazos sobre las camisetas de colores. Lo llevaron bajo la pimienta. Tras una lucha áspera y breve, cariñosa un punto, ciega luego, lo tiraron sobre el estiércol y, sentados todos sobre él, Darbón cumplió su oficio, poniendo un fin a su luctuosa y mágica hermosura.

Thy unus'd beauty musi be tomb'd with thee,
Which used, lives th' executor to be.
—dice Shakespeare a su amigo—.

Quedó el potro, hecho caballo, blando, sudoroso, extenuado y triste. Un solo hombre lo levantó, y, tapándolo con una manta, se lo llevó, lentamente, calle abajo.
¡Pobre nube vana, rayo ayer, templado y sólido! Iba como un libro desencuadernado. Parecía que ya no estaba sobre la tierra, que entre sus herraduras y las piedras, un elemento nuevo lo aislaba, dejándolo sin razón, igual que un árbol desarraigado, cual un recuerdo, en la mañana violenta, entera y redonda de primavera.

Pobrecito. Qué triste, qué triste y qué abuso.
La perra parida.La perra de que te hablo, Platero, es la de Lobato, el tirador. Tú la conoces bien, porque la hemos encontrado muchas veces por el camino de los Llanos...
¿Te acuerdas? Aquella dorada y blanca, como un poniente anubarrado de mayo...
Parió cuatro perritos, y Salud, la lechera, se los llevó a su choza de las Madres porque se le estaba muriendo un niño y Luis le había dicho que le diera caldo de perritos.
Tú sabes bien lo que hay de la casa de Lobato al puente de las Madres, por la pasada de las Tablas...
Platero, dicen que la perra anduvo como loca todo aquel día, entrando y saliendo, asomándose a los caminos, encaramándose en los vallados, oliendo a la gente... Todavía a la oración la vieron, junto a la casilla del celador, en los Hornos, aullando tristemente sobre unos sacos de carbón, contra el ocaso.
Tú sabes bien lo que hay de la calle de Enmedio a la pasada de las Tablas...
Cuatro veces fue y vino la perra durante la noche, y cada una se trajo a un perrito en la boca, Platero.
Y al amanecer, cuando Lobato abrió su puerta, estaba la perra en un umbral mirando dulcemente a su amo, con todos los perritos agarrados, en torpe temblor, a sus tetillas rosadas y llenas...

No falla. Siempre que lo leo se me pone un nudo en la garganta y se me llenan los ojos de agua.
Pobre perra de Lobato.
Pobre Salud, la lechera, que se le estaba muriendo un niño.

Saludos.

2 comentarios:

Verdial dijo...

Precioso Maribel. Me encanta Juan Ramón Jiménez y las historias que has traído son de las más emotivas.

Un abrazo

laisaestapia@gmail.com dijo...

Muchas gracias, a mi me arrancan lágrimas esas historias, sobre todo la de la perra que salvó la vida de sus cachorros. Una maravilla. En realidad, todos mis poetas favoritos son andaluces: Juan Ramón, Alberti, Machado, García Lorca. Un abrazo buena amiga.