lunes, 20 de junio de 2011

 

UNA HISTORIA DE MIEDO I. 
- Cómo te llamas -preguntó una de las chicas de la agencia inmobiliaria que la estaban atendiendo.
- María Teresa.
Las empleadas se miraron fugazmente.
- ¿Ocurre algo?
- No ¿Por qué?
- Como os habéis mirado...
- Es que también nosotras nos llamamos "María algo".
- Si. Yo soy María de los Ángeles y mi compañera María Victoria.
- Es igual. Todas somos Mari. Los tíos, los abuelos, los amigos, todos nos llaman Mari.
- Pero vayamos a lo que importa, tenemos para ti un piso estupendo, ya lo verás.
- Hay que tener en cuenta que no esté demasiado lejos de mi trabajo.
- Si, claro. Pero primero te explicaremos cómo es el piso y después vamos con el coche a ver donde está tu trabajo y a buscar una ruta lo más corta posible.
- Yo suelo ir en transporte público.
- Pues bien, miraremos en el mapa para encontrar un trayecto corto.
- Es difícil encontrar un camino corto, pero bueno, nada hay imposible, ¿verdad Mari?
- Verdad Mari.
Rieron las tres.

Una de miedo II.
Días después recibí la llamada que deseaba, estaba tan cansada de vivir en piso compartido...
Las dos "Maria" habían hecho un buen trabajo y me encontraron una ruta, para mi desconocida, que me ahorraba tiempo.
Por fin estaba ante la casa, esa casa maravillosa que tanto me alababan. Mi piso era el sexto. Subimos en un antiguo ascensor que traqueteaba y hacía un ruido tal que parecía que en cualquier momento nos iba a vaciar en el vacío.
Entramos y mi asombro fue enorme: era una casa antigua preciosa. Con artesonados en el techo y un piso blanco con dibujos de flores hechas con cuadritos. Precioso.
- Como ves, es un pasillo al que dan todas las puertas y que va a una estupenda terraza. Veamos el dormitorio principal . Es una alcoba del siglo pasado, amplia y muy confortable, desde aquí no se oyen los ruidos. Excepto el del ascensor, pero ya te acostumbrarás cuando vivas aquí. Ya ves que tras el cabecero de la cama de níquel hay dos ventanas tan juntas que parecen un ventanal.
- Pues ahora vamos a ver la terraza -dice la otra Mari, no importa cual-. La terraza es magnífica. Hay sitio de sobra para organizar cenas y fiestas con los amigos y amigas o sentarse para leer. Puedes llenarla de flores o no, como prefieras. Las vistas son las mismas del dormitorio pero parecen más próximas. Por allí se ven las torres de una iglesia. A la derecha se ve la parte moderna, mira que rascacielos, en fin, tu misma puedes contemplarlo tranquilamente.
De nuevo en el interior vi una habitación para invitados. Una cocina. Un cuarto de baño y, en el fondo, un salón.
- El salón no es muy grande porque este piso y el de al lado eran uno solo y lo partieron por causa de una herencia. En la fachada hay lo que se puede llamar un balcón grande o una terraza pequeña. Vamos a asomarnos para que veas lo animada que es la calle.
Se asomaron las tres al balcón y, en efecto, era una calle bulliciosa y alegre. De pronto oyeron una voz ajada por el tiempo...
- ¿ Ya estáis aquí otra vez? ¿Ya venís con otra? Cualquier día llamo a la policía para que todos se enteren de lo que os traéis entre manos...
- Vamos doña Enriqueta, no se ponga así que le va a dar algo.
- Otra vez lo mismo... Otra vez igual... - dijo la anciana-. Se lo que hacéis...
- Disculpa, es que sufre demencia senil.
- Y cómo está ahí... ¿No es peligroso para ella?
- Pues si. Somos nosotras las que deberíamos llamar a la policía por su seguridad. En fin, qué te parece el salón...
- Bonito. Demasiados adornos, pero ya los guardaré en alguna caja. Lo que más me ha gustado es esta colección de fotos antiguas, todas de mujeres.
- Si, es curioso.
- Hay de todas las épocas -dijo María Teresa.
- Y cómo lo sabes.
- Por el peinado. Mirad, esta es una chica de hace poco tiempo. Basta con mirarle la melena y el maquillaje... ¿no os dais cuenta, de los noventaytantos será?
Las dos Mari se miraron fugazmente con mirada heladora.
- No. No nos hemos dado cuenta -dice una.
- Es la primera vez que ofrecemos esta casa -dice la otra.
Y vuelven mirarse...
- Bueno, qué decides te lo quedas, ¿verdad?
- Si, me lo quedo. Me gusta mucho ¿dónde hay que firmar?
- Mujer... No seas impaciente... Vamos a la oficina al menos...
    Una de miedo III.
Como dijeron las "Mari" de la inmobiliaria, Teresa organizó una fiesta para celebrar que ya no vivía en un piso compartido y sí vivía sola en un piso precioso. Todos, amigos y amigas, compañeros y compañeras de trabajo, quedaron encantados con la casa de Teresa. No solo por las bellezas del piso, también por la decoración que la anfitriona aportó. El resultado final fue: de revista, un piso de revista.
Pero todo pasa y la rutina se impone: el trabajo. El ir y venir. La limpieza, la compra... Aun así, el hecho de vivir, independiente, le había cambiado la vida y se sentía mejor que antes, más segura de si y por ello más feliz.
Teresa trabajaba en un hipermercado. Vino de otra tienda de la misma empresa pero de menor tamaño y categoría. Por su buen hacer los jefes decidieron ascenderla y así, la nombraron encargada de tienda con otros dos compañeros con las que turnaba. Era un trabajo agotador: toda la jornada recorriéndolo todo, con zapatos de tacón, para que todo en la tienda estuviera perfecto. Cuando tenía turno de tarde llegaba a casa y, sin cenar ni tomar algo ligero, desde la ducha se iba a la cama. Eso si, el cansancio le producía un sueño largo y profundo.
Una noche, al darse la vuelta en la cama vio como un fogonazo en su terraza, le gustaba dormir con las cortinas corridas nuevo.. Ella exclamó "!aiva!, un relámpago". Al instante siguiente dormía de nuevo.
En el "hiper" tenían una salita para que durante veinte minutos, pactados con la empresa, los trabajadores descansaran. Cada sección tenía la suya.
Teresa era una chica alta, de buena figura, ojos azules y largo cabello rubio natural. En el trabajo debía llevar el pelo recogido y vestir uniforme. " Los clientes tienen que mirar al artículo en venta y no a los empleadas y empleados", esa era la política de la empresa.
- Hola chicas y chicos, qué bien me viene este ratito para tirar los zapatos. Por cierto, anoche hubo tormenta, menudos relámpagos...
- ¿Ah si? Pues yo no he oído nada -dijo una compañera.
- Yo tampoco. No vi el relámpago ni oí el trueno.
- Ni yo.
- Ni yo.
- Qué raro. Puede que lo soñara y desde luego tampoco oí trueno alguno... Tal vez... la tormenta... estuviera muy lejos... -dijo Teresa abstraída.
Una de miedo IV.
Trascurrieron los meses. Teresa era feliz. Viajaba. Salía con su peña y hasta pensó en matricularse en la Universidad para estudiar alguna carrera relacionada con el comercio, además de aprender el idioma de cualquier país emergente. Ella podía hacerlo porque era muy inteligente y trabajadora y lograba todo lo que se proponía. La vida era algo excitante para Teresa.
Le encantaba el verano. Esas noches plenas de suaves vientos perfumados. Esa luna increíblemente hermosa que se esconde, tímida, entre las ramas de los frondosos árboles... Claro, luego llega a casa muy tarde. Y si había trabajado en el turno de tarde, al que más clientes acudían, llegaba terriblemente cansada.
Conforme a su costumbre tiró los zapatos en cuanto entró a su casa. A pesar de la llamada de la cama se dio una ducha rápida. Estaba secándose cuando algo extraordinario ocurrió: las luces de toda la casa parpadearon. Un ruido, un zumbido que parecía temblar se extendió. Teresa miraba hacia el lugar donde estaban las regletas que protegían los cables, el ruido venía de allí, no cabía duda.
En aquel momento, sobre Teresa se abatió la oscuridad.
Al principio no se alarmó, son frecuentes los apagones de luz, pensaba. Pero cambió de idea cuando vio...
una tenue y amarillenta luz que venía de la zona del salón. Avanzaba lentamente pero sin detenerse.
Teresa quedo petrificada.
Escondida tras la puerta del cuarto de baño, por la rendija entre los pernos, veía cómo la luz inexorablemente se acercaba a su escondite. ¿Qué ocurriría si la descubre alguien? Por la raja entre la puerta y el marco entró la luz. Barrió su rostro. El olor a cera rancia entró por su boca, por sus ojos.... Apenas tuvo tiempo de ver algo porque el miedo, el temblor, anularon sus sentidos. Sólo recordaba que eran llamas lo que producía aquella espantosa luz. Se dejó caer al suelo con la espalda contra la pared. Aún se veía aquel espanto, la luz cada vez más lenta, mas tenue, parecía no querer marcharse. Temió que volviera en sentido contrario. Pero no. De pronto oyó una leve explosión y un relámpago puso final al fenómeno.
Justo en ese momento volvió la electricidad.
Las lámparas y adornos, espejos incluidos, del elegante cuarto de baño, reveló a Teresa una imagen horrible: una mujer desnuda sentada en el suelo, con la cara cetrina. Temblando. Con la boca abierta soltando saliva debido a que la lengua le colgaba varios centímetros.
Cuando se reconoció se desmayó en la espejo más cercano cayó de lado y su cabeza golpeó con fuerza sobre el suelo como si fuera de porcelana.
Una de miedo V.
Más que una clínica aquello parecía una nave espacial. Todo era gris, plomizo. Luces a media iluminar. Silencio total. A nadie se veía por los pasillos. Solo una leve música daba a entender que allí había seres humanos.
Teresa sentada ante la Neuróloga. Demacrada. Enormes y profundas ojeras. La cabeza cubierta con un coqueto sombrero, tuvieron que raparle el pelo para curarle la enorme herida que le produjo aquel tremendo golpe contra el suelo. Cuando la gente la veía por la calle sin pelo le preguntaba si estaba recibiendo quimioterapia. Esa pregunta deprimía aun más a Teresa. De ahí lo del sombrero.
La doctora pulsó un timbre en lo que parecía una centralita. Al instante emergió de la mesa un tubito que portaba en su extremo un monitor. El mecanismo hizo un movimiento y el monitor quedó frente a la cara de la especialista. Estuvo leyendo lo que el artilugio le puso en la pantalla durante unos momentos. Pulsó de nuevo el botón y el monitor desapareció al instante.
- Bien, señorita Teresa. Hablemos. Cuénteme.
- Ya se lo conté a mi médico.
- Si pero yo no quiero leerlo, quiero oírlo de su boca. Por favor...
Teresa tuvo que pasar por el trance de revivir lo ocurrido. La doctora ni parpadeaba mientras la escuchaba.
- Creo que son dos cosas distintas. La primera. Es probable que fuera una tormenta, como usted creyó. Hay gente que tiene el sueño pesado y no se entera de nada, ni de que truena ni de que le han puesto una bomba bajo la cama. Esta parte olvídelo.
- Es que era igual. El ruido que hizo al final... Fue igual.
- Posiblemente relacionará ambas cosas: el relámpago real y el sueño irreal. Dice usted que oyó un zumbido y a continuación se apagaron las luces de la vivienda ¿no sería que usted perdió la visión y que ese ruido previo fue la causa que produjo su ceguera transitoria?
- No fue así.
- No es frecuente pero si se dan casos: una preocupación; un desengaño; hipersensibilidad. Hay personas que les dura semanas y hasta meses. Puede ser este su caso, señorita Teresa.
- No.
- En su familia, materna o paterna, ¿ha habido alguien de comportamiento raro, esos que llamaban "el tonto del pueblo"?
- No.
- ¿ Alguien de su familia se quitó la vida?
- No, señora.
- ¿Lo intentó?
- No
- ¿ Algún golpe o caída en la primera infancia?
- No.
- Ese tipo de cosas suelen ser disfrazadas de accidente porque la persona culpable tiene miedo a las represalias o castigos así que no podemos descartarlo.
- Lo que usted diga, doctora.
- ¿ Es usted imaginativa, se inventa historias que parecen de verdad?
- Pues no.
- ¿ Nerviosa, se enfada con facilidad?
- Para nada.
- En el informe que me ha enviado, su médico afirma que no consume estupefaciente ni toma alcohol ¿es así ?
- Si señora .
- Bien. Lo único que nos queda es realizar una TAC para ver en detalle cómo está ese cerebro. Pase por control para que la citen. Hasta pronto, Teresa.
Una de miedo VI.
El tiempo transcurrió unas veces lento y otras rápido según era el estado anímico. Pero llegó el día igual que llega todo y volvió a estar frente a la doctora.
- Quiero mostrarle algo, Teresa -dijo la neuróloga invitándola a acercarse a una serie de placas con imágenes de un cerebro.
- Mire, este es un cerebro sano, sin problema alguno.
En tono coloquial fue explicándole de que parte del cerebro se trataba y por qué estaba bien y cómo debería estar en caso de ser un cerebro enfermo.
- ¿Sabe de quien es este cerebro impecable?
- Por supuesto que no.
- Es el suyo Teresa. ¿ Qué significa esto? Que usted está totalmente sana. Que no tiene motivo para estar preocupada. No le ocurre nada Teresa, disfrute de la vida a tope porque, insisto: usted está bien.
Por primera vez en mucho tiempo Teresa sonrió.
La doctora se levantó de la mesa y se acercó a ella ofreciéndole la mano.
- Me alegro mucho del resultado de las pruebas. Pero si alguna vez me necesita aquí me tiene, le entregaré una tarjeta y bastará para que me llame al teléfono. Ahora le recomendaría que disfrutara de unas vacaciones, algo como un crucero o un país exótico. ¿Tiene alguien que la acompañe, familiares, amigos...?
- Si claro. Tengo familiares, amigos y amigas.
- Pues plantéeselo. No hay mejor tratamiento que disfrutar, que cambiar de aires y divertirse sin descanso.
- Lo pensaré, doctora. Gracias por todo.
Una de miedo VII.
Teresa llevó a cabo la atractiva recomendación de la doctora pero sólo a medias. Se refugió en la casa de sus padres. Y descansó y pensó. Llegó a la conclusión de que la especialista tenía razón. Todo se debía a una fantasía. Si su cabeza estaba sana, lo que supuestamente vio fue un sueño, una fantasía. Tal vez el ambiente del piso. La sensación de que algo en el ambiente flotaba. Pero no pensó que no lo dejaría su residencia ya que, podría ocurrir que en otro piso le pareciera oír pisadas o gemidos...
- Lo indicado es ignorarlo todo porque mi salud es magnífica.
Con el alta en el bolso volvió al trabajo y volvió con sus amistades y casi olvidó "aquello" que tanto le impresionó.
La rutina era deliciosa. Pasaban los días y los meses sin que nada alterase su vida. Incluso, había encontrado el amor.
Aquella noche creyó que soñaba, como había enseñado a su cerebro a creer.
Pero el zumbido insistía, era evidente que deseaba despertarla.
Teresa se sentó de golpe en la cama.
Todos los sentidos alerta.
Ella se esforzaba por creer que era cosa de su imaginación.
En ese momento el fluido eléctrico se apagó y automáticamente vio una leve luz.
Solo que venía en sentido contrario: desde la terraza hacia adentro.
Teresa, paralizada por el terror, quedó atrapada en la luz de mariposa, aquella que se encendía para los muertos.
De pronto la leve luz se convirtió en un círculo de llamas rojas en el borde y blanda en el centro.
Entonces la vio ...
Parecía una momia o una anciana centenaria... Desnuda... Arrugada... Los ojos llenos de piel marrón... La boca llena de algo negro... Pellejo, más que piel, colgando...
Pasó por delante de sus ventanas caminando lentamente en el centro de círculo de fuego.
Le dirigió una horrible mirada con sus cuencas vacías. Y entonces le dijo en un grito demencial:
¡ MARI... MIRA LO QUE ME HAN HECHOO !
El instinto de salvación empujó a Teresa: se tiró de la cama y corrió por el pasillo huyendo del fuego que cada momento tenía más cerca.
Al llegar al salón se detuvo un instante y lo que vio le arrancó un grito de mujer condenada.
El círculo de fuego no le dio tregua... El calor que desprendía estaba a punto de abrasarla...
Tersa abrió la ventana del salón y se arrojó a la calle. 
Epílogo.
Por la escalera se oían voces y risas. Entraron en el piso y una chica, de pelo castaño claro y ojos verdes, contemplaba extasiada la elegancia de aquel piso. La acompañaban dos señoras que regentaban una agencia inmobiliaria .
- Empezaremos por el salón. No es muy grande pero está decorado con gusto.
A la posible inquilina le llamó la atención que una pared del salón estaba adornada con fotografías de mujeres.
- Vaya, qué original. Dónde compran estas fotos ¿ en el rastro?
- No. Ya estaban aquí -dijo una de ellas.
- Es la primera vez que enseñamos este piso. No sabíamos nada de las fotos -dijo la otra.
- Pues hay de todas las épocas. Esta chica tan guapa, rubia de ojos increíblemente azules, es reciente... Se nota por el peinado...
- Bien. Continuemos viendo el piso... María Isabel...

                                                             

FIN.

4 comentarios:

Verdial dijo...

Uffffff!!!!!!! No alquilaré yo una habitación en una mansión... y no me fiaré para nada de las agentes inmobiliarias.

Es un relato lleno de intriga Maribel, que va in crescendo desde el principio. Me ha parecido muy bien conseguido, atrapa al lector y lo sorprende al final. Me impactó que además de tirarse por el balcón la atropellara un coche.

Un abrazo

laisaestapia@gmail.com dijo...

A lo mejor es que eran brujas y ya lo tenían preparado. Yo no se nada, a mi me lo contaron jejeejej

Muchísimas gracias, tenía dudas de si era bueno o no. Ahora estoy encantada gracias a ti.

Tengo en mente una idea sobre una estrella del karaoke que muere en extrañas circunstancias. A ver si he aprendido algo de las series de crímenes que veo.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

FUERTE PERO MUY BIEN ESCRITO MARIBRL , ME AGRADO BASTANTE AMIGA.

LA GATA ACTIVISTA!!

laisaestapia@gmail.com dijo...

Gracias Marianela. Me agrada que te haya gustado tanto.

Un beso.