Tiempo y silencio.
A veces me arrepiento de todo: de lo leído y de lo que no leí. De lo hecho. De lo no hecho.
Siento que este no es ni mi lugar ni mi tiempo.
Antes me preguntaba a mí misma.
Después preguntaba a los demás ¿por qué?, ¿el qué?.
Y eso ¿qué es?, me respondían.
Por fin comprendí que lo tenía ante mis ojos y no lo veía: "No. No preguntes lo que no sabes. Búscalo, descúbrelo tu misma". Así lo hicey, siguiendo una tortuosa senda que nadie sabe a donde va, descubrí un albergue de paso, sólo de momento, hasta ver de que va y luego decidir.
Y se mira, se oye, se escucha. Se recorren habitaciones pasillos calles y callejones. Como buscando algo que no sabes si está dentro o fuera de ti Y de pronto descubres que si. Que es un reflejo de la vida que hay fuera. Que cotizan los mismos valores. Y caes en la cuenta de que si la vida real no te gusta tus días de cordura están contados. Que nuevamente volverás a seguir las sendas, los caminos, a seguir el cauce de los ríos, el movimiento de las estrella... Para al final volver a consultar.
Y alquien que todo lo sabe te señala una cabaña en lo más alto del peñasco más alto.
Tu lo miras y dices POTALA.
Si, es un potala individual, personal, hecho a mi talla. Azotado por todos los vientos, empapado por todas las lluvias y todas las mareas, pero... podré yo? ¿Tal vez si?
- "Eso, amiga mía, no puedo decírtelo. Hay alguien que sabe mucho más que yo: mi hermano el tiempo. Solo que el tiempo nunca lo dice, nunca lo cuenta. Jamás se va de la lengua. Ahora, amiga mía, tienes que decidir".
Por suerte he venido preparada. Mi pantalón de pana granate y mi gorro de colorines para el invierno. Mi camiseta malva de tirantes y mis sandalias de tiras para el verano.
Y para leer mi viejo tomo de "Tiempo de silencio".
Y para escribir todo el silencio y todo el tiempo.
Lo encontré. Realmente es mi Potala.
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