Al día siguiente la lectora apareció con un aspecto diferente: camiseta de algodón; zapatillas deportivas; pantalón ancho y ajado. Pensó que tal vez así ese señor no se exitaría.
Saludó y se sentó junto a la mesita. Cogió el libro y comenzó a leer. El oyente estaba tranquilo, relajado. La lectora aliviada, ya había encontrado el truco.
Leyó mucho y de un tirón, la verdad es que la historia estaba interesante, pero la lectora estaba cansada de estar tanto tiempo en la misma postura. Cruzó las piernas. Volvió a cambiar de postura las piernas. Cada vez que se agitaba en la butaca y se movía el oyente se agitaba, notaba que algo no estaba bien.
Ella, embebida en la lectura y confiada en su "truco" no se percató en el malestar de su oyente.
De pronto él estalló: fraude fraude -gritó el ciego-. Esto no es asii, esto no es así, esto no es lo acordado...
Nuevamente la hermana intervino.
-Esta señorita nos ha engañado. Así no la quiero.
La hermana se fijó en la lectora y descubrió lo que molestaba al hermano.
-Tiene razón. Aquí no puede venir así, vestida de esa manera. Tiene que venir vestida en consonancia con esta casa y con los dueños de la casa. Es decir: arreglada de pies a cabeza. Zapato de tacón alto; vestidos ajustados, etc. Ya le digo, como ayer...
- Ya pero es que hoy -dijo la lectora señalando con la mano la zona genital como queriendo decir "vea que hoy no se ha masturbado en mi presencia".
Acompáñeme -dijo la hermana llevándola del brazo a la misma estancia del día anterior.
- Señorita, creo que ayer le expliqué todo lo relacionado a las actitudes de mi hermano ¿no es cierto?.
- Si pero, yo no he hecho nada a su hermano. Estaba leyendo y de golpe ZAS.
- Claro. Mírese. Vea como va. A mi hermano, evidentemente, esa ropa no le gusta.
- Pero a él qué más le da si es ciego...
La hermana demudó.
- No vuelva a pronunciar esa palabra en esta casa. Ya sabemos que no ve pero oye, lo oye todo, las conversaciones y el fru fru de la ropa, y no digamos del calzado. Si quiere seguir trabajando en esta casa ya sabe lo que tiene que hacer. Lo mismo puedo decir del olfato, todo lo huele, y cuando digo todo es todo.
- Comprenda, señora, que no estoy acostumbrada a estas cosas.
- Está bien, le ayudaré un poco. Hay días que le gusta hablar. También le gusta la música. Espero que sea el último altercado en esta casa.
Y se marchó sacando chispas del piso.
- Buf, cómo está el patio -se dijo la lectora-. Está el ambiente como para pedir aumento de salario. Y todo por una camiseta...
-Tiene razón. Aquí no puede venir así, vestida de esa manera. Tiene que venir vestida en consonancia con esta casa y con los dueños de la casa. Es decir: arreglada de pies a cabeza. Zapato de tacón alto; vestidos ajustados, etc. Ya le digo, como ayer...
- Ya pero es que hoy -dijo la lectora señalando con la mano la zona genital como queriendo decir "vea que hoy no se ha masturbado en mi presencia".
Acompáñeme -dijo la hermana llevándola del brazo a la misma estancia del día anterior.
- Señorita, creo que ayer le expliqué todo lo relacionado a las actitudes de mi hermano ¿no es cierto?.
- Si pero, yo no he hecho nada a su hermano. Estaba leyendo y de golpe ZAS.
- Claro. Mírese. Vea como va. A mi hermano, evidentemente, esa ropa no le gusta.
- Pero a él qué más le da si es ciego...
La hermana demudó.
- No vuelva a pronunciar esa palabra en esta casa. Ya sabemos que no ve pero oye, lo oye todo, las conversaciones y el fru fru de la ropa, y no digamos del calzado. Si quiere seguir trabajando en esta casa ya sabe lo que tiene que hacer. Lo mismo puedo decir del olfato, todo lo huele, y cuando digo todo es todo.
- Comprenda, señora, que no estoy acostumbrada a estas cosas.
- Está bien, le ayudaré un poco. Hay días que le gusta hablar. También le gusta la música. Espero que sea el último altercado en esta casa.
Y se marchó sacando chispas del piso.
- Buf, cómo está el patio -se dijo la lectora-. Está el ambiente como para pedir aumento de salario. Y todo por una camiseta...
No hay comentarios:
Publicar un comentario