martes, 14 de febrero de 2012

¿Qué No harías por amor?

Alma salió del aparcamiento subterráneo que estaba justo frente de  su casa, o mejor dicho, su pisito. Siempre, en el momento de salir, recordaba lo muchísimo que se quejó de las molestias que las obras del aparcamiento les ocasionaba: ruidos insoportables; polvo y suciedad hasta en la sopa. Y ahora estaba encantada porque eso de salir, cruzar la calle y en casita, no tenía precio.
Alma venía de su trabajo como profesora de idiomas. La academia era suya. La montó con unos ahorros y la ayuda de sus padres que no permitieron que "se metiera en bancos". Con el tiempo abrió otra academia. 
Así pues tenía dos academias y había creado tres puestos de trabajo más el suyo. Además, tenía en la mente un proyecto: dar clase de lenguas muertas comenzando por el latín.

Conforme cruzaba la calle algo atrajo su atención: las ventanas que daban a la calle estaban iluminadas.

- Este chico no tiene conocimiento, mira que tener la casa como una feria...

El "chico" era su marido. Un hombre inteligente y bien parecido al que conoció en una discoteca una noche de sábado, como todo el mundo.
Él era ingeniero industrial y procedía de una familia acomodada. Eso no fue inconveniente para que  aceptara vivir en el piso de setenta metros cuadrados que los padres de ella se empeñaron en que se comprara cuando empezó a ganar dinero en su primera academia. "Cómprate algo o te gastarás el dinero en tonterias y te quedarás sin dinero y sin algo que merezca la pena" decían sus padres continuamente. Alma pensó que estaban en lo cierto y buscó una vivienda apañadita para dejar de vivir en el piso compartido.

- Nene, ya estoy aquí -dijo alegremente al entrar en su hogar. Conforme entraba apagaba luces.
- No. No apagues las luces, estamos de fiesta -dijo él con una botella de champaña en la mano
- ¿Y eso? ¿Qué celebramos?
- Adivina quien va a ser el gran jefe de la sucursal de Australia.
Alma se quedó de piedra. No. No podía ser verdad...
 - ¿Tu? Pero ¿no decías que Arturo llevaba todas las papeletas?
 - Si. Pero me han elegido a mi... a tu maridito -dijo él ofreciéndole los labios  con los ojos cerrados haciendo una mueca para que ella le besara, pero no fue así.
 Él abrió los ojos sorprendido, algo no iba bien -Qué pasa, no me digas que no te alegras -preguntó alarmado.
 - Si que me alegro pero ¿cómo te las vas a arreglar?
- No se a qué te refieres -respondió ya totalmente "mosqueado".
- Si. Que cuando vas a venir: una vez al mes, tres veces en dos meses, CUANDO.
- Pero qué estas diciendo, si nos vamos los dos.

Ahora fue ella la sorprendida, no podía creer lo que estaba oyendo. Cruzó los brazos bajo los senos y, sin darse cuenta, comenzó a caminar por el comedor. Miraba sin ver las delicias que su marido había comprado para celebrar el acontecimiento y que esperaban en la mesa del moderno comedor.
Él la seguía con la mirada sin atreverse a llamarla ni a tocarla.

- Cómo que nos vamos los dos. ¿Y mi trabajo, y mi casa y mis padres que ya son mayores? Yo no me muevo de aquí -dijo recalcando sus palabras palabras y su intención.
- ¿Y el mio? Qué quieres que haga con el mío -dijo él con el mismo tono.
- Renuncia. Dimite. Lo que sea...
- Si renuncio me veo en la calle.
- Te aprecian mucho, te darán otro puesto aunque sea inferior.
- La calle, ya te digo. Si les llevas la contraria no hay aprecio que valga.
- Hay más empresas. Busca en otro sitio, tienes un CV impresionante.
- ¿Y por qué voy a buscar otro trabajo si ya tengo uno?
- PUES MUY SENCILLO, POR QUE ESTÁ A HACER PUÑETAS, PORQUE YO NO  PUEDO ACOMPAÑARTE -gritó Alma al borde de perder los estribos.
- Traspasa tu negocio. Dominas el inglés, allí podrás encontrar un trabajo mejor y ganando más dinero.
- Ya. Imaginate que me llaman diciéndome que mi padre se está muriendo y cuando yo llegue está enterrado...
- Tu, tienes que seguir a tu marido, ya sabes...
- Te recuerdo que no estamos casados por la iglesia, ni aunque lo estuviéramos. Yo tengo aquí mi vida hecha. No voy a tirarla por ti.
- No se si eres consciente de lo que estás diciendo -replicó el con el rostro muy muy serio.
- Tampoco tu cuando aceptaste el cargo sin consultarlo conmigo.
- Y que más da, de todos modos iba a aceptar... ES QUE NO ME QUEDABA OTRA OPCIÓN ¿COMPRENDES?
- Si hay otra opción. Esperar a  que salga otra cosa. Con lo que yo gano podemos vivir los tres: la casa tu y yo.
- Cariño, estamos acostumbrados a vivir con dos sueldos, sobre todo con el mío. No es lo mismo tener unas cuantas diplomaturas que una ingeniería industrial. No creo que pudieramos vivir como hasta ahora.
- Nunca pensé que menospreciaras mis conocimientos y mi trabajo. Sabes que soy empresaria. Que soy propietaria. Que nadie me va a echar a la calle. En cambio a ti si. Eres un empleado, de lujo, pero empleado. Yo soy la jefa. Además soy la dueña de la casa, tenlo presente también.
- Perdona, pero te estas poniendo en un plan...
- ¿Y si fuese al revés? Si a mi me ofrecen un trabajo en la China, ¿lo dejarías todo por mi?
- No lo se. Tendría que estar en el caso.
- ¡Ah! Pues yo ya estoy en el caso y mi respuesta es no. Te esperaré si tu me lo pides.
- Tampoco se si quiero que me esperes.

- Tienes doce horas para recoger tus cosas.  Yo me voy a dormir a un hotel. Te deseo suerte.
- Adiós. Tu te lo pierdes.

No hay comentarios: