sábado, 7 de julio de 2012





                                     


 LA CARTA (reeditada).


 



Cuenta la  leyenda Que hubo una vez un país muy lejano,

Rico en poetas y romances Acariciado por el mar de la cultura
Arropado por la nieve pura Perfumado por la jara y el romero
Por la salvia y el espliego En el que mana en abundancia
La rica leche 
La dulce miel.
Sobre aquella hermosa tierra Donde el rubio sol tenía su morada
Una gran calamidad se abatió: La guerra terrible del hermano
Contra el hermano
El amigo contra el amigo Vecino  contra  vecino.
Cuando aquella guerra se fue  Buscando otros lugares
Conducida  por hombres miserables
El país de leyenda quedó lleno de cadáveres De tumbas y desastres
Muchos hombres no volvieron. Jamás se supo que fue de ellos.
Tal vez algunos murieron. O fueron hechos prisioneros
Otros, quizás, yacen enfermos  En  una cama extraña
 O puede que  perdieran la memoria Y por eso  nunca volverán
Aunque mucho lo  quisieran.

En el reino, la ciudad, la aldea La tristeza campa
La muerte  es señora y  ama. El miedo amedrenta.
Llantos salen de las casas. Los campos están arrasados
 Los trigos  achicharrados Las yuntas solitarias
Esperan impacientes El silbo de su dueño.


La madre, contra su pecho la imagen Del que ama.
El anciano padre observa Y calla
La madre nunca le escucha, tampoco le ve
Su mente está en otro mundo De paisajes diferentes
Donde un hijo habla de su madre Con alguien que no le entiende

La hora: el cartero viene
Cartero ¿hay para mi alguna carta?
Señora, a lo mejor mañana.

Así un día y otro. Un año y otro.
El cielo nulo o despejado. El viento la nieve el verano…
La pascua y la feria La boda y el entierro

Cartero ¿hay algo para mi?
Señora, a lo mejor mañana.

El padre de la casa cabecea Si pareciera cosa de enferma… El tiempo sigue pasando
La madre y el cartero
Ya sólo usan los ojos:
Interrogación en una mirada
Negación en la otra.

Cada vez menos presteza Cada vez con más tristeza
Camina por el portal La hija también suspira
También enferma la ve Madre vaya usted al médico
Que yo la acompañaré
La madre dice no puedo
De nuestra casa faltar.
El cartero va a llegar

Ya la vista no le ayuda Poco a poco se le gasta

Tal le parece que el cartero
En el aire agita un pañuelo

La hija responde presta
No madre que es una carta
Lo que el cartero levanta
Es la carta. Su carta, madre.

El cartero se aproxima
Los ojos llenos de agua
La madre sale a su encuentro
Y le abraza
La carta tiembla y tiembla
En los dedos de la esposa
Y el anciano esposo llora Mientras ora

Gracias te doy buen Dios Tu cuidaste de mi hijo
Como yo te lo pedí Cuando él estaba en mil peligros.

Al calor de la lumbre La hija sienta a la madre
Le prepara una tisana Para que no se derrumbe La carta al fin se abre
La hija con voz serena lee:

“Madre de mi corazón.
Amado  padre nunca olvidado Y siempre imitado
Hermana querida Añorada compañera de juegos infantiles
La desgracia de vosotros, Mis  seres queridos, me alejó
Una bala por la espalda mal herido largo  Tiempo en una cama me tuvo
La muerte largas horas pasó a mi lado Esperando hacerse dueña de mis despojos

Pero, amados míos, Un  ángel se interpuso entre La parca y mis huesos
El ángel hablaba raro Y sonreía bonito
A su casa me llevó Me mostró su tierra
De los campos plenos de bellas flores
Aspiré sus límpidos vientos
Que sanan cuerpos enfermos
Y las altas montañas Que con sus picos Tocan las nubes

Me casé con ese ángel Madre tienes una nieta
Hermosa como un querubín Parecida a ti en casi todo
Pues posee también la linda sonrisa De quien la trajo a este mundo.

Yo le hablo de usted, madre, De nuestra casa De nuestra tierra
Del mar que la rodea De nuestros poetas De la leche y de la miel

Por eso, madre del alma, Muy pronto nos veréis
Mi hija quiere abrazar A su abuelo A mi hermana Y a ti, madre del alma.
Cuando esta carta  En su poder obre
Ya estaremos en camino Recibid mientras tanto Por toneladas cariño.

La madre al oír aquello Se levanta de su asiento
Y como loca corre por la casa  Y  al anciano esposo grita:

Que el hijo viene y No viene solo Vamos levantad
Abrid las ventanas, hay que ventilar
Blanquear las habitaciones Y frotar el suelo de rodillas
Sacad de la cómoda Las sábanas buenas
Las mantas suaves del baúl Las toallas blancas del arcón
Del aparador los platos de la abuela Las tazas de la bisabuela
El mantel de mi ajuar Que todo es poco para ellos
Hay mucho que trabajar Porque viene el hijo y no viene solo.

La hermana desde el balcón
Se ha convertido en vigía
Vigila calles
Vigila esquinas
Vendrán por aquí…                  
Tal vez por allá…
Fue muy de mañana
Apenas amanecía

Al abrir la puerta se deslumbró la familia
El sol naciente se coló en la escena:
De pelo cano y rostro cansado
Quién puede ser este hombre
Quienes estas mujeres
Vestidas como de sayos
 Toscos zapatos cerrados
Medias negras como monjas
Trenza rubia sobre la  espalda descansa

Por qué de este modo me mira
Dice la madre,
Teniendo en su mirada,
De los ojos de mi hijo la mirada
Pero ¿y esa voz?
Si. Es la voz. La voz de mi hijo es.
Que no la de un hombre extranjero

La madre camina raro
Da dos pasos vacilantes
Y al tercero cae sentada en el suelo
Lo mismo que un niño chico
Todos corren hacia ella
Todos levantarla quieren
Es la emoción madre
No ha lugar a mayor preocupación.

Sentados en el antiguo sofá La madre abrazada al hijo
El la susurra en el oído Le habla de su mujer:
Agradézcale madre la dicha Que disfrutamos
Por mi deseo de abrazarte Todo lo ha dejado
Patria, paterna casa Música baile y paisaje de su tierra Atrás abandonó
Mil gracias te doy, hija, Que por hija nueva te tomo

Satisfecha y orgullosa La madre muestra a la esposa
La vivienda preparada con cariño Para que en ella viva
La familia de su hijo Mas la esposa dice algo
Pone cara de disgusto El marido le responde
Y ella parece conforme A la mañana siguiente
El hijo dice a la madre: En la vivienda hace frío
Necesito más leña  para la chimenea
Al dormitorio de la niña El calor no llega y me asusta
Que pueda caer enferma.
Madre, también preciso Una tina o una bañera
En la que mi esposa Pueda tomar un baño a diario
Como es costumbre en su tierra.

A la madre escandaliza Las demandas de su hijo
Y de todo a la nuera culpa Decide acechar al hijo
Y cuando salga a la calle Le dirá “cuatro frescas”
A la pedigüeña extranjera.

El hijo busca trabajo Los padres son ya  mayores
Y la hermana por cuidarlos Renunció a toda su vida
Amor matrimonio hijos El dinero ya no alcanza
Dos familias en la casa Es para mucha pitanza

La madre ve llegado el caso De reprender a la nuera
Con aspavientos y gritos Le regaña de esta forma:
No es mujer decente La que tanto se enjabona
Es como ofrecerse al hombre Lo mismo que una buscona
La nuera no entiende Mas los gritos de la abuela
La asustan y desconciertan Cada día de maña
Cuando el hijo abandona la casa La madre corriendo
Va escaleras arriba Y a la nuera atormenta:
Sal de la cama, haragana Plancha las camisas
Ventila las alcobas Toma cogedor y escoba
Lava la ropa Prepárale a mi hijo la sopa…
Aún las cosas empeoran Pues cuando el hijo va al trabajo
La nuera a la puerta le acompaña Cogidita de su mano
Y en la puerta de la calle Ella le besa en la cara
Él le besa la mano
La madre que lo descubre Nuevamente reconviene:
Una mujer que es decente Ha de tener por gala
Al hombre nunca provocar Mujer alguna en mi familia
Besó nunca a su marido Pues su hombre pensaría
Que era mujer impúdica Y aficionada a la pana.

La niña, por otra parte Se pasa el día entero
Vagando por las calles En la cuadra encontró
La bicicleta del padre Mas no es normal en este pueblo
Ver niñas por la calle Ni subidas a horcajadas
En la bici de los padres Por eso con ella no juega nadie
A la rayuela ni a la comba ni A las hijas y las madres.
La ven rara y distinta No habla, no sabe cantar canciones
Cada día la niña a casa llega Triste y aburrida
Añorando a las amigas que En su patria se dejó.
Un día la abuela la encuentra La toma por la trenza
A la casa se la lleva Dándole trompadas
Patadas y empujones Para que todos se fijaran
Con qué rigidez la abuela A la nieta educaba
Al tiempo que le decía:
Las muchachas de este pueblo No están realengas por la calle
Se pasan la vida en el patio de su casa  Aprendiendo a hacer primores
Para elaborar su ajuar
¿Tu madre no te enseñó a bordar realce Vainicas y  festones?
Sacaremos hoy del arca Una pieza de tela blanca
Para que bordes con flores Las sábanas de tu dote
Como han hecho desde antaño Las mujeres de esta casta
Tu tía tu abuela y tu bisabuela Todas honradas mujeres de su casa
A tu padre le diré que si no quiere Tener  una inútil criatura
Ha de meterte en cintura.

La niña llega a la casa destrozada Avergonzada y dolorida
Jamás persona alguna La trató de tal manara
Ni su madre ni los padres De  su madre.
NADIE.
La madre la abraza y dice No te preocupes mi niña
Con papá vamos a hablar Y le diremos, mi vida, que
Deseamos de esta casa ya marchar No me importa que me insulte
Ni me asuste, A mi lo miso me da.
Vinimos con tal de que  tu papá fuera feliz
Junto a los que le vieron Nacer y crecer
Pero no al precio de tus lágrimas Ni al precio de tu dolor
Y, menos aún, de tu humillación.

El padre cuando se entera Del dolor y de la angustia
De su mujer y su hija Da un puñetazo en la mesa
Otro puñetazo a la puerta Baja corriendo a la cuadra
Encuentra  un fuerte cerrojo Y lo coloca en la puerta
Mañana cuando me vaya, Al punto cierras,
Y no abras, esposa, Aunque  llamen con una porra

Déjame solo ahora He de escribir unas cosas

A la mañana siguiente En cuanto se marcha el hijo
La madre sube de nuevo A seguir con su tormento
Encontrando la entrada Cerrada por dentro
No quiero puertas cerradas en mi casa Mi casa no es una cárcel
Quien no esté gusto dentro Pues que se vaya a la calle,
A grandes voces dice fuera de sí.

Los días han ido pasando
Y ahora es el hijo quien está
Al cartero esperando.

Un día y un día más Sus mujeres  no salen Si no es en su compañía
Tiene el equipaje hecho en Secreto hace ya bastante tiempo
Mas las cartas no llegan
Mas las cartas no han llegado.
Pregunta ya impaciente y despechado

Al diligente cartero
Dígame si en mi casa
Alguna carta me ha dejado
Claro que si señor
Las entregué con gran cuidado
Por venir de donde venían
     Una de la Ciudad Condal Barcelona
Otra de la Francia
Y la tercera de “la Ingalaterra”

Y a quién se las entregó

A su señora madre, claro
Ella fue quien las recogió
¡Ah, que gran señora su madre!
¡Qué ejemplo de buena madre¡

El hijo se va corriendo Con el corazón saltando Va temiendo lo peor
Al llegar encuentra al padre En el sitio de costumbre
El padre le mira triste, Sabe lo que se aproxima
Padre dónde están las cartas díme Ayúdame encontrarlas ¡Te ruego padre!
El padre mete la mano En el bolsillo más hondo
Le entrega unos papeles Sucios, arrugados Todo manchados de negro
Con la mirada interroga al anciano
Qué es esto padre, cómo están así Tu madre las escondió
En la cesta de la leña Con intención de quemarlas y
Que nunca lo supieras Perdona a tu madre, hijo mío
El excesivo amor por su cría Vuelve fiera a la hembra:
Te quiere para sí sola Los celos la han vuelto loca.

Por la noche muy despacio De la casa se marcharon
Al salir, a la alcoba de los padres Con un suspiro mira y dice:
Adiós para siempre, porque Para siempre me has perdido madre.
Antaño me alejaron de ti a la fuerza, Ahora me alejo de ti por aborrecimiento y deseo de nunca volver a verte.


Basado en un hecho real.


demaribel




















2 comentarios:

Bloggero dijo...

Excelente historia, apenas para cine.
Basado en hechos reales, y aun pasan cosas así, pues suegras y nueras bien no siempre se la llevan.

laisaestapia@gmail.com dijo...

Noo, esa historia ocurrió tras la segunda guerra mundial. Muchos españoles de izquierdas se fueron a Rusia, de hecho, muchos españoles entraron en Berlín (y otros entraron en París).

El hijo tardó mucho en volver a su casa y su madre, es cierto, todos los días esperaba al cartero en su puerta.

Me alegra que te haya gustado. Es muy gratifante que los amigos tengan tan buena opinión de mis escritos. Gracias.