Era
domingo.
El domingo era el único día en el que la familia
estaba al completo en casa. Solían pedir comida, con el fin de que nadie
tuviera que trabajar en domingo. El timbre sonó poco antes de la hora de comer.
Eran los padres del novio. Todos se sorprendieron. Sobre todo porque el novio
no acompañaba a los padres.
Dijeron que tenían que decirles algo importante.
Entonces fueron invitados a entrar en el salón donde todos tomaron asiento: en
el sofá la hija y la madre.
En la butaca de costumbre el padre de la novia y,
en el sofá de enfrente, los padres del novio. Todo aquello era muy raro. Las
cabezas echaban humo tratando de adivinar el motivo de tan inesperada
visita. Desde luego tenía algo que ver con el
novio, estaba claro. Pero no se trataba de que el novio hubiera
sufrido un accidente, ni tenían pinta de ir a pedir
la mano de la chica. Los padres del novio cada momento más nerviosos. La madre del novio habló por decir algo:
- ¿Habéis comido ya?
- No -respondió la dueña
de la casa- a tiempo llegáis.
- Si.
-dijo el padre del novio- Para comer estamos. Yo al menos tengo un nudo en el
estómago...
Madre e hija se miran. Parecen preguntarse qué
puñetas pasa aquí.
- Bueno...
pues... -el padre del novio otra vez-. Que conste que nosotros estamos muy
disgustados. Y que si pudiera matarlo lo mataría. Tú sabes, Rosa, que siempre
te hemos querido mucho, como a una hija más.
La madre
del novio, apresurada, saca un pañuelo de su bolso. Lloriquea bajito.
Cansado de aquella situación, el padre de la casa
se encara con el padre visitante.
- Vamos a ver. Soltad de una vez lo que os ha traído por aquí y
con estas maneras.
-
El padre del novio
responde.
- Tienes razón. Además, cuanto antes lo
soltemos antes nos quedaremos tranquilos: resulta que mi hijo le ha hecho una
panza a una tía. Eso es lo que es.
Gritos ahogados. Intercambios de miradas entre los
tres miembros de la familia.
La hija alarga una mano en dirección a la madre.
-
Mamá- dice acongojada.
-
Cariño, tranquila, estamos
aquí, a tu lado -dice la madre estrechando la mano de la hija, de repente
helada, entre las suyas.
Mientras, los dos hombres se han puesto de pie, y
están uno frente al otro. El padre del novio pendón, avergonzado. El de la casa
furioso.
- De modo
que es eso. Que tu hijo anda por ahí preñando zorras mientras mi hija está en
su casa confiando en él... Dices que tú no has podido matarlo. Pero yo si
puedo. Dile que si quiere vivir, se vaya del pueblo para que yo no lo vea.
La situación se ponía seria. La madre de la casa,
con perspicacia femenina, se levanta
rápidamente y abre la puerta de la vivienda.
Les invita a salir.
-
!!Noo!! -exclamó la madre
del novio como esbozando una disculpa mientras se dirigían a la puerta
abierta-. Si nosotros no hemos venido por nuestra cuenta. Nos ha mandado mi
hijo porque, el pobre, está desolado, no para de llorar... y quiere saber si
puede venir a pedirte perdón, Rosa. Por eso hemos venido, para allanarle el
camino.
-
Hija, ¡! tu quieres que
venga ese canalla¡¡ -preguntó la madre apuntando a la hija la respuesta. Ella,
la hija, contestó que no con un movimiento de cabeza.
Al punto de salir, Rosa les pregunta: - ¿Quien es
la tía esa que decís? Vacilaron. Cómo decirlo… Total, lo tiene que saber.
- Ester. Tu amiga Ester.
Gritos ahogados nuevamente.
!! Ester. Mi mejor amiga. Amigas desde la
infancia... pero cómo ha podido hacerme algo así, la muy puta, la falsa, la
traidora !!
Esta vez si. La novia fue tocada y hundida. Un
rictus de dolor desfiguró su cara. Pero sólo un instante. No quería que la
vieran quejarse. No permitiría que pudieran decir que la habían visto llorar.
Por fin se marcharon dejando detrás un cuadro de
dolor y rabia. En cuanto la puerta se cerró, la hija se dobló sobre sí. Tenía
un tremendo deseo de vomitar.
Los padres se abalanzaron sobre ella, con lo que
consiguieron que su agobio aumentara.
De pronto se le inundó la boca de un agua horriblemente ácida. Tuvo que
salir corriendo en dirección al cuarto de baño con el tiempo justo para cerrar
la puerta y conseguir un poco de intimidad. Durante largos minutos, evacuó todo
cuanto su organismo consideró necesario para volver a la estabilidad. Cuando
volvió al mundo encontró a su padre sentado en el suelo del pasillo. Se
levantó. El aspecto de su hija era deplorable: ojos enrojecidos, tez
cadavérica, cabellos enmarañados. Parecía a punto de desmayarse.
Por eso la tomó en brazos y la llevó en dirección a su cuarto.
-
No papá. Prefiero ir al
salón. No quiero estar sola en mi habitación.
-
Como quieras hija. Voy a traerte la mantita
de cuadros para que te arropes. ¿Quieres algo más?
-
Sólo algo que contenga
azúcar.
-
Vale, te prepararé una
tila con mucho azúcar. Mamá está poniendo la comida a los chicos. Ahora después
vendrá.
El padre volvió con un tazón de tila colocado en
una bonita bandeja adornada con una linda flor natural. Todo bonito, como en
las películas. La hija se rió al ver aquel detalle por parte del padre. Él era
así. Un poco niño todavía.
El padre observaba a la hija
mientras lentamente movía el azúcar con
la cucharita.
-
Hija, ¿quieres hablar?
-
No. Quiero pensar. Quiero saber cuándo y
dónde. Qué hacía yo mientras tanto. Si estaba trabajando. Si venía del trabajo.
Si fue mientras yo dormía. No descansaré hasta que encaje todas las piezas.
-
Rosa. Puede parecer precipitado,
está todo muy reciente pero, no sería mejor dejar las cosas como están y
olvidar. Estos desengaños suelen suceder, tienes suerte de que lo haya hecho
antes de casarte con él. Una chica tan fuerte y tan inteligente como tú, no
debe dejarse afectar por algo así.
-
Pero yo no puedo estar el
resto de mi vida con esta incertidumbre. Yo necesito saber por qué he estado
tan ciega. Cómo es posible que no haya notado nada en él. Cuándo comenzó todo y
por qué razón comenzó. Creo que voy a y salir y dar un paseo, necesito respirar
aire fresco.
La madre apareció en ese
momento y oyó lo último. Se apuntó a lo del paseo. Ella también tenía necesidad
de aire. El padre, entendiendo que su hija necesitaba estar sola, intervino.
-
Deja a la niña que haga
lo que quiera. Lo que haremos tu y yo
es irnos a tomar algo al sitio más caro. Así que ponte muy guapa y vámonos.
Pero no de cualquier manera, vámonos contentos, porque aquí, en esta familia,
no hay nadie con el suero puesto ¿me oyes Rosa?
-
Te oigo papá, te oigo
-respondió la hija con una sonrisa triste dibujada en el rostro.
Caminaba por el parque, en
domingo muy visitado, con la gafas de sol puestas en la esperanza de que nadie
la reconociera ni le dirigiera la palabra.
Mantenía una viva
conversación con esa persona que todos llevamos dentro.
“Es que no puede ser. Yo
creo que se muere en un accidente y me entra mejor... Pero esto... Nada, que no
me entra... Y ahora qué. Tendrán que casarse. Y yo verles, y ver al crío cuando
nazca y ver al zorrón y verlos pasar por mi puerta. No creo que pueda
soportarlo. Soy capaz de hacer una locura. Antes la cárcel que este tormento.
Tengo que pesar rápidamente. Algo se podrá hacer para impedirlo todo y que yo
no me vuelva loca”.
Entonces recordó lo que dijo la madre del novio
cuando salían de la casa: “nos ha mandado mi hijo porque, el pobre, está
desolado, no cesa de llorar... y quiere saber si puede venir a pedirte perdón,
Rosa”.
“¡¡
Ya está!! Le perdonaré. Le abriré los brazos. Seré yo la que se case con él y
será la otra quien tendrá que llorar. ¿Y la tripa? Ya se verá qué hacemos con
la tripa. Tiempo al tiempo.
Sintió
un tremendo alivio.
Estaba
tan ligera que se sentía capaz de volar.
Después
de todo, la situación no era tan desesperada.
Conectó
su teléfono móvil. Antes tuvo que apagarlo porque él no paraba de enviarme
mensajes. Decidió que si volvía a llamarla otra vez, solo una más, le
respondería.
¿Qué le diría?
Lo dejó
a la inspiración del momento.
Pasaron
diez eternos minutos hasta que recibió una nueva llamada de él, justo cuando
ella estaba resuelta a tirar la toalla.
-
¿Sii?
-
Chati,
por fin te pones –dijo él rompiendo a llorar y pidiéndole perdón lo que indica
que ella había llegado a tiempo.
-
Buenoo,
tranquilízate no sea que te de algo... Estoy en el parque, junto el estanque de
los peces, si quieres algo de mi, ven. Te espero.
Él llegó jadeando. Sin duda había hecho todo el trayecto
corriendo.
Le vio
venir. Le odio. Por qué sería tan atractivo.
A ella
no le resultó fácil acceder su propuesta de salir juntos. Siempre desconfió de
los chicos atractivos. Pero cuando le trató
supo que si por fuera era bello, por dentro era perfecto. Y se enamoró
de él.
Se
abrazaron.
-
¿Por
qué lloras? –preguntó ella.
-
Porque creía que nunca
me perdonarías.
- Por qué no te iba a perdonar si te quiero. ¿Has
hecho algo malo? -preguntó con expresión cándida. - Si. Algo muy malo. Pero no
se por qué lo he hecho. Yo sólo te quiero a ti. Desde el primer día que te
conocí. - (Yo si que sé por qué lo has hecho, putero) -dijo Rosa para sí. -¿Te
acuerdas de cuando nos conocimos? Quién nos iba a decir que llegaríamos a
querernos tanto ¿Verdad? –dijo ella con disimulado la ira que sentía en esos
momentos. - Si, me acuerdo muy bien de aquel día. Estabas guapísima. Yo me
quedé flipao cuando te vi. - Y seguimos queriéndonos ¿Verdad? ¿Verdad que nos
queremos igual, mi amor? –insistiendo en el mismo tono. - Si cariño. Yo te
quiero más que a mi vida -dijo él buscando sus labios. Se dejó besar no sin
cierta repugnancia al pensar que había besado a la zorra. Pero era necesario
para su plan, que estaba resultando excelente. - Yo también haría cualquier
cosa por ti. Por eso te he perdonado, para que nada ni nadie se interponga
entre nosotros y nuestro amor. ¿Estás de acuerdo, verdad? - Si cariño, de
acuerdo, nada nos separará. -Dijo atrayéndola hacia su pecho. - Esto te ha
pasado porque eres demasiado bueno. Y claro, la gente mala siempre se aprovecha
de los chicos buenos. - Si tienes razón –respondió él aliviado al comprobar que
ella no le echaba la culpa del todo -nadie me quiere ni me comprende como tú. -
Sabes, estoy pensando que, para que nadie nos separe, lo mejor es que nos
casemos cuanto antes. Podríamos casarnos por lo civil y sin que lo sepan las
familias, así mis padres no me regañarán por haberte perdonado tan pronto.
Podríamos irnos a vivir juntos hasta entonces. Así evitaríamos que interfieran
en nuestros planes, ¿te parece, chiki?-
le llamó mimosa. -Si, amor -respondía a todo que si como un cordero. -
Entonces llamaremos a Pilar y Juanjo
para que nos den alojamiento. Ellos tienen sitio. Y mañana vamos al juzgado a
ver qué documentos necesitamos ¿De acuerdo? - Si cariño, de acuerdo -repitió
otra vez.
El complejo de culpa y el aparente perdón de ella,
le tenían completamente entregado a la voluntad de su recobrada novia.
Sus amigos les recibieron encantados y, tras
contarles una improvisada mentira, les alojaron en su casa. Dada la rapidez con
que los hechos se iban sucediendo, los amigos no tenían ni idea del asunto de
"la panza".
-
Rosa habló con su madre y
le contó su plan. La madre se horrorizó. - ! Pero hija ! ¿Te has vuelto loca?
Eso es prácticamente un secuestro. Puedes tener serios problemas con algo así.
- Que va, mamá. Si él está encantado, como si estuviéramos de luna de miel. Tu
tranquila, que yo se lo que me hago.
- Por qué no te iba a perdonar si te quiero. ¿Has
hecho algo malo? -preguntó con expresión cándida. - Si. Algo muy malo. Pero no
se por qué lo he hecho. Yo sólo te quiero a ti. Desde el primer día que te
conocí. - (Yo si que sé por qué lo has hecho, putero) -dijo Rosa para sí. -¿Te
acuerdas de cuando nos conocimos? Quién nos iba a decir que llegaríamos a
querernos tanto ¿Verdad? –dijo ella con disimulado la ira que sentía en esos
momentos. - Si, me acuerdo muy bien de aquel día. Estabas guapísima. Yo me
quedé flipao cuando te vi. - Y seguimos queriéndonos ¿Verdad? ¿Verdad que nos
queremos igual, mi amor? –insistiendo en el mismo tono. - Si cariño. Yo te
quiero más que a mi vida -dijo él buscando sus labios. Se dejó besar no sin
cierta repugnancia al pensar que había besado a la zorra. Pero era necesario
para su plan, que estaba resultando excelente. - Yo también haría cualquier
cosa por ti. Por eso te he perdonado, para que nada ni nadie se interponga
entre nosotros y nuestro amor. ¿Estás de acuerdo, verdad? - Si cariño, de
acuerdo, nada nos separará. -Dijo atrayéndola hacia su pecho. - Esto te ha
pasado porque eres demasiado bueno. Y claro, la gente mala siempre se aprovecha
de los chicos buenos. - Si tienes razón –respondió él aliviado al comprobar que
ella no le echaba la culpa del todo -nadie me quiere ni me comprende como tú. -
Sabes, estoy pensando que, para que nadie nos separe, lo mejor es que nos
casemos cuanto antes. Podríamos casarnos por lo civil y sin que lo sepan las
familias, así mis padres no me regañarán por haberte perdonado tan pronto.
Podríamos irnos a vivir juntos hasta entonces. Así evitaríamos que interfieran
en nuestros planes, ¿te parece, chiki?-
le llamó mimosa. -Si, amor -respondía a todo que si como un cordero. -
Entonces llamaremos a Pilar y Juanjo
para que nos den alojamiento. Ellos tienen sitio. Y mañana vamos al juzgado a
ver qué documentos necesitamos ¿De acuerdo? - Si cariño, de acuerdo -repitió
otra vez.
El complejo de culpa y el aparente perdón de ella,
le tenían completamente entregado a la voluntad de su recobrada novia.
Sus amigos les recibieron encantados y, tras
contarles una improvisada mentira, les alojaron en su casa. Dada la rapidez con
que los hechos se iban sucediendo, los amigos no tenían ni idea del asunto de
"la panza".
-
Rosa habló con su madre y
le contó su plan. La madre se horrorizó. - ! Pero hija ! ¿Te has vuelto loca?
Eso es prácticamente un secuestro. Puedes tener serios problemas con algo así.
- Que va, mamá. Si él está encantado, como si estuviéramos de luna de miel. Tu
tranquila, que yo se lo que me hago.
- Por qué no te iba a perdonar si te quiero. ¿Has
hecho algo malo? -preguntó con expresión cándida. - Si. Algo muy malo. Pero no
se por qué lo he hecho. Yo sólo te quiero a ti. Desde el primer día que te
conocí. - (Yo si que sé por qué lo has hecho, putero) -dijo Rosa para sí. -¿Te
acuerdas de cuando nos conocimos? Quién nos iba a decir que llegaríamos a
querernos tanto ¿Verdad? –dijo ella con disimulado la ira que sentía en esos
momentos. - Si, me acuerdo muy bien de aquel día. Estabas guapísima. Yo me
quedé flipao cuando te vi. - Y seguimos queriéndonos ¿Verdad? ¿Verdad que nos
queremos igual, mi amor? –insistiendo en el mismo tono. - Si cariño. Yo te quiero
más que a mi vida -dijo él buscando sus labios. Se dejó besar no sin cierta
repugnancia al pensar que había besado a la zorra. Pero era necesario para su
plan, que estaba resultando excelente. - Yo también haría cualquier cosa por
ti. Por eso te he perdonado, para que nada ni nadie se interponga entre
nosotros y nuestro amor. ¿Estás de acuerdo, verdad? - Si cariño, de acuerdo,
nada nos separará. -Dijo atrayéndola hacia su pecho. - Esto te ha pasado porque
eres demasiado bueno. Y claro, la gente mala siempre se aprovecha de los chicos
buenos. - Si tienes razón –respondió él aliviado al comprobar que ella no le
echaba la culpa del todo -nadie me quiere ni me comprende como tú. - Sabes,
estoy pensando que, para que nadie nos separe, lo mejor es que nos casemos
cuanto antes. Podríamos casarnos por lo civil y sin que lo sepan las familias,
así mis padres no me regañarán por haberte perdonado tan pronto. Podríamos
irnos a vivir juntos hasta entonces. Así evitaríamos que interfieran en
nuestros planes, ¿te parece, chiki?- le
llamó mimosa. -Si, amor -respondía a todo que si como un cordero. - Entonces
llamaremos a Pilar y Juanjo para que
nos den alojamiento. Ellos tienen sitio. Y mañana vamos al juzgado a ver qué
documentos necesitamos ¿De acuerdo? - Si cariño, de acuerdo -repitió otra vez.
El complejo de culpa y el aparente perdón de ella,
le tenían completamente entregado a la voluntad de su recobrada novia.
Sus amigos les recibieron encantados y, tras
contarles una improvisada mentira, les alojaron en su casa. Dada la rapidez con
que los hechos se iban sucediendo, los amigos no tenían ni idea del asunto de
"la panza".
Rosa habló con su madre y le
contó su plan. La madre se horrorizó. - ! Pero hija ! ¿Te has vuelto loca? Eso
es prácticamente un secuestro. Puedes tener serios problemas con algo así. -
Que va, mamá. Si él está encantado, como si estuviéramos de luna de miel. Tu
tranquila, que yo se lo que me hago.
fornicaban mientras se reían de ti? ¿No te interesa
saber dónde o desde cuándo? ¿Permitirás
que esas ofensas queden inmunes?
- Un abogado. Si, contrataré un abogado. Él se
pringará las manos por mí.
Cap. III. La demanda. Puso en marcha su coche y se
alejó velozmente de aquel horrible lugar. Tuvo que atravesar toda la ciudad
hasta llegar a la parte nueva, a la moderna. Los edificios allí no tenían nada
que ver con el siniestro juzgado. Todo eran tiendas de regalos, de ropa
preciosa, perfumerías de lujo, una maravilla. Fue
mirando las fachadas. Abundaban las placas de podólogos, dentistas, psicólogas,
abogados y
abogadas… Entró en un bufete cualquiera. Le recibió
una risueña recepcionista. - ¿Tiene cita? -le preguntó. - Pues no. No tengo
cita -respondió Rosa mientras examinaba el lugar. Le gustó. Bonito y funcional.
Denotaba eficiencia. - Entonces lo siento. Tendré
que darle cita para que vuelva- dijo mientras la recepcionista. - ! Qué !
-exclamó Rosa sorprendida- verá es que se trata de una urgencia, por eso no
tengo cita. Si
hubiera alguien desocupado en este momento le
agradecería que me entendiera. - No creo que haya nadie desocupado, pero voy a
ver. La recepcionista se va por el pasillo, llama a una puerta y entra. Al
instante vuelve. - Pues si. Uno de mis compañeros acaba de terminar un asunto.
Pasillo izquierda, puerta 8. Se llama
Jose. - Muchas gracias, muy amable. Pasillo
izquierda... puerta ocho... golpecitos en la puerta... ¿Se puede?
¿Jose? Jose se levanta de la mesa precipitadamente
para recibir a la inesperada clienta. Es un chico joven.
Como recién licenciado. “Ya
veremos que tal este novato”, se dice Rosa. - Tome asiento, por favor -el
abogado señalando con la mano la silla del otro lado de la mesa. - Muchas
gracias, muy amable.
fornicaban mientras se reían de ti? ¿No te interesa
saber dónde o desde cuándo? ¿Permitirás
que esas ofensas queden inmunes?
- Un abogado. Si, contrataré un abogado. Él se
pringará las manos por mí.
Cap. III. La demanda. Puso en marcha su coche y se
alejó velozmente de aquel horrible lugar. Tuvo que atravesar toda la ciudad
hasta llegar a la parte nueva, a la moderna. Los edificios allí no tenían nada
que ver con el siniestro juzgado. Todo eran tiendas de regalos, de ropa
preciosa, perfumerías de lujo, una maravilla. Fue
mirando las fachadas. Abundaban las placas de podólogos, dentistas, psicólogas,
abogados y
abogadas… Entró en un bufete cualquiera. Le recibió
una risueña recepcionista. - ¿Tiene cita? -le preguntó. - Pues no. No tengo
cita -respondió Rosa mientras examinaba el lugar. Le gustó. Bonito y funcional.
Denotaba eficiencia. - Entonces lo siento. Tendré
que darle cita para que vuelva- dijo mientras la recepcionista. - ! Qué !
-exclamó Rosa sorprendida- verá es que se trata de una urgencia, por eso no
tengo cita. Si
hubiera alguien desocupado en este momento le
agradecería que me entendiera. - No creo que haya nadie desocupado, pero voy a
ver. La recepcionista se va por el pasillo, llama a una puerta y entra. Al
instante vuelve. - Pues si. Uno de mis compañeros acaba de terminar un asunto.
Pasillo izquierda, puerta 8. Se llama
Jose. - Muchas gracias, muy amable. Pasillo
izquierda... puerta ocho... golpecitos en la puerta... ¿Se puede?
¿Jose? Jose se levanta de la mesa precipitadamente
para recibir a la inesperada clienta. Es un chico joven.
Como recién licenciado. “Ya
veremos que tal este novato”, se dice Rosa. - Tome asiento, por favor -el
abogado señalando con la mano la silla del otro lado de la mesa. - Muchas
gracias, muy amable.
-
!!De mi marido me ocupo
yo!! Usted a lo suyo, si es que quiere.
Si no, buscaré a otro. El abogado, entre asustado y abrumado, se puso de
inmediato manos a la obra.
-
Cap.IV. La visita. Se vistió con especial cuidado.
Exactamente igual que si tuviese que ir a la entrevista de un estupendo
trabajo. A través de su aspecto quería enviar el
mensaje de que a ella todo le iba bien, que su vida estaba en un punto álgido y
no como la de otras...
La madre dio un respingo cuando abrió la puerta. -
Qué quieres -preguntó con un tono muy seco. - Pues qué voy a querer, ver a mi
amiga -respondió Rosa con naturalidad. - Es quee... hoy no se encuentra muy
bien...-dijo la madre con el afán de que no entrara. - No te preocupes, mujer,
sólo será un momento. Todavía no me he comido a nadie. Resuelta subió los dos
escalones de la entrada y, con un leve empujón a la madre, entró en la casa.
Nunca le había gustado esa casa. Era sombría y
oscura, no acertaba a saber cómo habían hecho esa casa de aquella manera,
impidiendo que la luz campara alegremente por las estancias. Y estaba el tema
de los adornos: cuadritos, jarroncitos, pañitos... no había sitio donde reposar
la vista. Alguna vez sintió sofoco estando en esa casa.
Sabía de sobra donde estaba la habitación de su
amiga. Dos golpecitos con los nudillos y dentro antes que la madre se colara
también. Porque Rosa quería hablar a solas con la embarazada. Por eso echó por
dentro el minúsculo cerrojo.
La habitación
en semipenumbra. Un bulto en la cama delató donde estaba la dueña del
dormitorio. Dormitorio, por cierto, igualito al suyo.
Ester siempre la copiaba todo. Esperaba de Rosa la
última palabra en cuanto a ropa, calzado, anillitos y pulseritas. De pequeñas
era divertido ir iguales, algunos y algunas pensaban que eran gemelas pero, a
medida que crecían, resultó molesto y hasta ridículo. Entonces comenzó por
parte de Rosa la busca y captura de la "boutique" desconocida y
oculta. No obstante, Ester seguía haciendo las cosas si no igual que Rosa, si
de forma parecida.
- “Debí preverlo. Si le gustaba mi ropa, la
decoración de mi alcoba, TODO lo mío, lo más probable sería que también le
gustara mi novio”-se dijo lamentando no haberse dado cuenta antes.
Cuando Ester la reconoció emitió un gemido y cubrió
su cabeza con la ropa de la cama. Era la primera vez que se veían tras
conocerse su estado, es decir, tras ser de dominio público los - !!De mi marido
me ocupo yo!! Usted a lo suyo, si es
que quiere. Si no, buscaré a otro. El abogado, entre asustado y abrumado, se
puso de inmediato manos a la obra.
Cap.IV. La visita. Se vistió con especial cuidado.
Exactamente igual que si tuviese que ir a la entrevista de un estupendo
trabajo. A través de su aspecto quería enviar el
mensaje de que a ella todo le iba bien, que su vida estaba en un punto álgido y
no como la de otras...
La madre dio un respingo cuando abrió la puerta. -
Qué quieres -preguntó con un tono muy seco. - Pues qué voy a querer, ver a mi
amiga -respondió Rosa con naturalidad. - Es quee... hoy no se encuentra muy
bien...-dijo la madre con el afán de que no entrara. - No te preocupes, mujer,
sólo será un momento. Todavía no me he comido a nadie. Resuelta subió los dos
escalones de la entrada y, con un leve empujón a la madre, entró en la casa.
Nunca le había gustado esa casa. Era sombría y
oscura, no acertaba a saber cómo habían hecho esa casa de aquella manera,
impidiendo que la luz campara alegremente por las estancias. Y estaba el tema
de los adornos: cuadritos, jarroncitos, pañitos... no había sitio donde reposar
la vista. Alguna vez sintió sofoco estando en esa casa.
Sabía de sobra donde estaba la habitación de su
amiga. Dos golpecitos con los nudillos y dentro antes que la madre se colara
también. Porque Rosa quería hablar a solas con la embarazada. Por eso echó por
dentro el minúsculo cerrojo.
La habitación
en semipenumbra. Un bulto en la cama delató donde estaba la dueña del
dormitorio. Dormitorio, por cierto, igualito al suyo.
Ester siempre la copiaba todo. Esperaba de Rosa la
última palabra en cuanto a ropa, calzado, anillitos y pulseritas. De pequeñas
era divertido ir iguales, algunos y algunas pensaban que eran gemelas pero, a
medida que crecían, resultó molesto y hasta ridículo. Entonces comenzó por
parte de Rosa la busca y captura de la "boutique" desconocida y
oculta. No obstante, Ester seguía haciendo las cosas si no igual que Rosa, si
de forma parecida.
- “Debí preverlo. Si le gustaba mi ropa, la
decoración de mi alcoba, TODO lo mío, lo más probable sería que también le
gustara mi novio”-se dijo lamentando no haberse dado cuenta antes.
Cuando Ester la reconoció emitió un gemido y cubrió
su cabeza con la ropa de la cama. Era la primera vez que se veían tras
conocerse su estado, es decir, tras ser de dominio público los - !!De mi marido
me ocupo yo!! Usted a lo suyo, si es
que quiere. Si no, buscaré a otro. El abogado, entre asustado y abrumado, se
puso de inmediato manos a la obra.
Cap.IV. La visita. Se vistió con especial cuidado.
Exactamente igual que si tuviese que ir a la entrevista de un estupendo
trabajo. A través de su aspecto quería enviar el
mensaje de que a ella todo le iba bien, que su vida estaba en un punto álgido y
no como la de otras...
La madre dio un respingo cuando abrió la puerta. -
Qué quieres -preguntó con un tono muy seco. - Pues qué voy a querer, ver a mi
amiga -respondió Rosa con naturalidad. - Es quee... hoy no se encuentra muy
bien...-dijo la madre con el afán de que no entrara. - No te preocupes, mujer,
sólo será un momento. Todavía no me he comido a nadie. Resuelta subió los dos
escalones de la entrada y, con un leve empujón a la madre, entró en la casa.
Nunca le había gustado esa casa. Era sombría y
oscura, no acertaba a saber cómo habían hecho esa casa de aquella manera,
impidiendo que la luz campara alegremente por las estancias. Y estaba el tema
de los adornos: cuadritos, jarroncitos, pañitos... no había sitio donde reposar
la vista. Alguna vez sintió sofoco estando en esa casa.
Sabía de sobra donde estaba la habitación de su
amiga. Dos golpecitos con los nudillos y dentro antes que la madre se colara
también. Porque Rosa quería hablar a solas con la embarazada. Por eso echó por
dentro el minúsculo cerrojo.
La habitación
en semipenumbra. Un bulto en la cama delató donde estaba la dueña del
dormitorio. Dormitorio, por cierto, igualito al suyo.
Ester siempre la copiaba todo. Esperaba de Rosa la
última palabra en cuanto a ropa, calzado, anillitos y pulseritas. De pequeñas era
divertido ir iguales, algunos y algunas pensaban que eran gemelas pero, a
medida que crecían, resultó molesto y hasta ridículo. Entonces comenzó por
parte de Rosa la busca y captura de la "boutique" desconocida y
oculta. No obstante, Ester seguía haciendo las cosas si no igual que Rosa, si
de forma parecida.
- “Debí preverlo. Si le gustaba mi ropa, la
decoración de mi alcoba, TODO lo mío, lo más probable sería que también le
gustara mi novio”-se dijo lamentando no haberse dado cuenta antes.
Cuando Ester la reconoció emitió un gemido y cubrió
su cabeza con la ropa de la cama. Era la primera vez que se veían tras
conocerse su estado, es decir, tras ser de dominio público los Era preciso
alejarle de allí. Mudarse a la capital de la provincia. Pero no, sólo estaría a
un rato de coche. Algo más lejano, mucho más lejos...
Y como la otra vez, dio con la solución perfecta:
-! Un viaje ! Claro, al fin y al cabo somos recién casados. Estamos en plena
luna de miel. Es lo normal que una pareja de recién casados se pasen unas
semanas viajando... por ejemplo... de crucero. !! Sii, un crucero !! -se dijo
excitada-. Un crucero que nos lleve lejos de aquí y, lo mejor, que nos deje
incomunicados durante mucho tiempo.
Sonrió triunfante. Otra vez su inteligencia y su
astucia la ayudaban a salir del bache.
Se encaminó a su casa corriendo como una niña.
No sabía que corría a encontrarse con su destino.
Cuando llegó, arrojó el bolso a una butaca y, directamente al suelo, su
chaqueta. Todo le estorbaba. Era
conveniente soltar lastre para llegar cuanto antes
a su ordenador, encenderlo y poner en el buscador: cruceros.
Entró en la primera opción:
"Mediterráneo"/ 20 días/ salida dentro de dos días/ importe, qué importa el importe".
Compulsivamente compró dos pasajes. Ya estaba hecho, no había vuelta atrás. Al
poco tiempo un mensajero le llevó y entregó en propia mano los pasajes. Estaba
encantada. La distancia era la mejor solución en ese momento. Así estarían
solos y lejos de todo
problema. Y sobre todo, eso, que cuando se recibiera
el requerimiento del juzgado, él no se
enterase. Sería buena idea convencerle para que ambos dejaran en casa los
móviles: “de luna de miel, solitos e
incomunicados ¿no te parece romántico, cariño?”. Al
terminar la tarde él llegó. Salió a su encuentro alborozada, agitando los
pasajes. - !! Sorpresaa... mira que sorpresa te tengo preparada…
-
Qué tontería es esta de
la sorpresa. Pareces una cría - Él no venía de buen humor. - Pero míralos. Son
pasajes para hacer un crucero. ¿No te parece estupendo? A mi si. Estoy como
loca... un crucero nada menos... nadie de por aquí ha hecho nunca un crucero...
y por el Mediterráneo fíjate... - Vamos a ver. ¿Y el trabajo? Es que no sabes
que no puedo faltar al trabajo. - Pero nene, si somos recién casados. Estamos
de luna de miel. Que hay más normal que irse de viaje de novios en la luna de
miel... - Que no puedo, ya te digo. Mi jefe no me dará permiso. - Tiene que
dártelo si quiere como si no. Tienes derecho a unos días de descanso por
matrimonio, eso dice la Ley. Así que...
Habla con el y díselo clarito: que te de los días que por Ley te corresponden
por matrimonio- dijo ella impaciente - Es que yoo... no tengo muchas ganas, la
verdad...-exclamó mientras, distraídamente, hojeaba un periódico deportivo,
cómodamente instalado en una butaca.
Rosa se llevó las manos a la cabeza. No podía estar
ocurriendo lo que ocurría. - ¿Y los pasajes? Qué hacemos con los pasajes
entonces...
- Devuélvelos- dijo él continuando con la misma
actitud. Rosa no supo si fueron sus palabras o su indolencia lo que provocó el
estallido. Pero ya no pudo contener
por más tiempo la ira que la atenazaba desde aquel
nefasto domingo. - Devuélvelos devuélvelos...-dijo haciendo burla a su marido-
!! No quiero devolverlos, quiero disfrutarlos!! !! Me los he ganado a base de tragar quina ¡! ¡!Y tu me lo debes.
Estás en deuda conmigo por todo lo que me has hecho!! Estaba furiosa como nunca
lo había estado. Dispuesta a zanjar aquel asunto fuese cual fuese el
resultado. - Dímelo ahora mismo. Por qué no quieres
venir. Porque no te deja tu jefe o porque tienes que hacer
ciertas visitas. Él la miró enojado. “Cómo coño se
ha enterado. Seguro que fue la madre, tiene la lengua muy larga esa
tía”. – No
se de qué me hablas –respondió con
frialdad- yo no visito a nadie, no tengo tiempo. - Sabes, yo tengo
muchos defectos, lo se. Pero el de ser tonta no está entre ellos. Tú vas a
visitar a Ester. Y de paso, le hechas un vistazo a los avances de tu hijito”.
El quiso volver a negarlo, pero ella se lo impidió.
- Mira… de una vez… compórtate como un hombre y di la verdad: estás por Ester.
Ella te gusta más que
yo. No te molestes en negarlo. - Entonces por qué
estoy casado contigo si me gusta ella. Dímelo, tu que eres tan lista y tan
brillante. Pero ya ves, hasta al más listo se la dan. Y te la dimos. En mi
coche, mientras dormías. En el parador, cuando viajabas con tu jefe. Siempre
que queríamos. Con lo inteligente que eres, nunca entendí por qué no te dabas
cuenta... si todo el mundo lo sabía…
- Vaya. Fíjate que bien- dijo irónica - Un poco
tarde, es cierto, pero al fin te muestras como el cerdo que eres. El que yo me
negaba a ver –respondió sorprendentemente calmada.
La tarde ya había declinado y una noche de luna nueva ofrecía el gran
espectáculo de un cielo estrellado enmarcado en la ventana. Sin volverse le
habló.
- Ahora, te vas a ir a casa de tus padres. Yo voy a
hacer las maletas. Y mañana, después que me vaya a primera hora, vienes a por
tus cosas. Cuando vuelva del crucero, no quiero ver por aquí rastro de ti.
-
-Yo también vivo aquí, ya
lo sabes.
Se volvió y le
dijo: - Pero es que te estoy echando de casa. ¿No te das cuenta? Acabo
de echarte a la calle.
Cap. V. John Smith. - ¿La señora espera a alguien?
Este camarote está asignado a dos personas. Aquí aparece el nombre de
un caballero y el suyo. - Pues no, no espero a
nadie. Es que voy a viajar por dos. - Ah, bien. Discúlpeme. - Nada que
disculpar. Tranquilo. - Muchas gracias señora.
Al fin sola. El camarote era amplio. Estaba
decorado con buen gusto pero sin elementos, digamos, nobles. Tampoco
era necesario ya que, su plan consistía en
descansar y más descansar. No le apetecía valorar la decoración del camarote.
El equipaje ya estaba allí. Qué eficacia.
Se lanzó sobre la cama tal y como lo haría un niño: en plancha. No
quería pensar en lo ocurrido durante las semanas anteriores. Tampoco podía.
Tenía la sensación de que había sido una pesadilla fruto de la fiebre.
Sin embargo, la malévola voz de su complementaria
se encargó de recordarle cual era la situación en el presente momento.
- “Tanto esfuerzo, tanto empeño y al final les
regalas punto, set y partido. Para ese viaje, bonita, no hacían falta tantas
alforjas…”
- Vete a tomar por…este es el viaje que me importa.
Y ya vale, déjame en paz de una puñetera vez –todo dicho en voz alta para que
su complementaria se enterara bien.
Para facilitar el trabajo de liberarse de su otro
yo y, sobre todo, para cambiar el “chip” que hasta entonces había dirigido su
vida y sentimientos, decidió salir a dar una vuelta por el buque.
Esta vez no habría parque ni gafas negras. Sólo
ella, la mar y el cielo. Se puso un vestido ligero y calzó unas sandalias con
cuña. Hacía calor. Había mucha gente por todas
-
partes. Pero lo más
molesto era la lógica humedad. Sentía el pelo pegado al cuello. - Seguro que
por aquí habrá peluquería. A ver si localizo a la gente que trabaja aquí y
pregunto. Efectivamente. Existía una peluquería en el buque. Pidió que le
cortaran la acostumbrada melenita. Cortito, en punta, con aspecto informal,
casi gamberro. Cuando se vio le atacó una especie de risa nerviosa.
Sencillamente era otra persona. Se sentía renovada. Más joven. Menos infeliz.
Se fijó en él la segunda noche. Era tan agradable
tomar una copa tras la cena. Pero era desagradable tomar cena y copa en
soledad. A la tercera noche se decidió, una vez que constató que él también la
miraba.
Rondaba los 30. Su piel, más que negra, tenía el color de un bronceado subido. Su
aspecto denotaba que era un hombre atlético, amante del deporte.
También estaba solo, unas mesas más allá. Llamó al
camarero: - Perdona. Cuando puedas. El camarero asintió. En cuanto pudo la
atendió. - ¿Ves a ese muchacho que está solo en aquella mesa? Pues dile que
tengo el gusto de invitarle a tomar
lo que quiera. No. Mejor le dices que tome lo que
quiera, que yo le invito con mucho gusto. El camarero no vio la diferencia pero
asintió. Cuando el camarero estaba recitando el recado, Rosa no se atrevió a
mirar. Estaba abochornada.
Nerviosa. Nunca se hubiera imaginado que haría algo
así. Se había convertido en una descarada. . - ! Ay, que viene!… ¡ qué
vergüenza…! Pero, cuando aquel muchacho, de aspecto nubio, se paró ante su
mesa, Rosa le sonrió y con un gesto de
la mano le invitó a sentarse. Él, ceremonioso,
pensó que debía presentarse, ninguna señora puede sentarse a la mesa con un
desconocido. - Hola. Mi nombre es John, John Smith y soy ciudadano de los
Estados Unidos -dijo ceremoniosamente con acento extranjero.
Ella contemplaba divertida que él también se sentía
nervioso ante la situación. - Encantada de conocerle. Siéntese, por favor. De modo que John Smith, entonces yo seré
Perez, Pepa
-
Pérez. - Perdón, no
comprendo. - No importa, es una broma.
Espero que no le haya molestado mi invitación, pero como ambos viajamos
solos, he pensado que sería buena idea unir nuestras soledades para estar menos
solos y pasarlo mejor ¿no cree? - se aturulló un poco al explicarlo… los
nervios… - Sii, me parece una idea excelente. Yo también me había fijado en
usted. En que estaba sola. Sin embargo… según mis informaciones usted se llama
Rose, Rosa en español… y no Pepa… - ¿Cómo? ¿Quién se lo dijo? –le halagó que un
hombre tan atractivo se hubiese interesado por ella hasta el punto de preguntar
su nombre. - Ahh… cómo es… “se dice el pecado pero no el pecador” ¿no es así?
Rosa se rió de buena gana. Le estaba pareciendo
encantador aquel nuevo conocido. - En efecto, así se dice. Y es verdad, me
llamo Rosa. Y usted, ¿se llama realmente John y Smith? ¿Tendremos que
presentarnos de nuevo? - No no, no será necesario. Es mi nombre real. Muy
corriente pero real.
Volvieron a reír. La noche estaba resultando
estupenda. - Dígame, John Smiht, cómo es que habla tan bien español.
- No tiene mérito. Mi abuelo materno era profesor
de Lengua y Literatura española. Tuvo ocasión de conocer España y se enamoró
perdidamente de este maravilloso país. Y de sus hermosas mujeres – Rosa aceptó el cumplido con un movimiento
de cabeza-. Desde entonces todos en mi familia
aprendemos español desde niños. El abuelo nos paga la estancia de un año
viviendo en España. Para que nos impregnemos de su forma de vida.
¿Comprende? Este año me tocó a mí.
Pero, lástima, este viaje, es mi viaje de despedida. Ya tengo que volver a mi
país. - Es una historia preciosa. Me alegra mucho que éste haya sido tu año. Si
hubiera sido el anterior o el que viene, no nos hubiéramos conocido –sin darse
cuenta comenzó a tutearle. - Yo también me alegro. Hubiera sido horrible no
conocer a una mujer tan guapa y agradable como usted o… como tu, si me permite
el tuteo. - No te lo permito, te lo ordeno.
Nuevas risas para celebrar la última ocurrencia.
Fue toda una experiencia recorrer los países mediterráneos prendidos de la
cintura.
John resultó ser el más educado, amable y divertido
hombre que había conocido en su vida. Un regalo del destino. No tenía duda
alguna.
Una noche le invitó a entrar en su camarote. Cuando
aquella noche amaneció, le invitó a pasar el día en su camarote. Y los
siguientes hasta que aquel divino viaje terminó.
Fue una despedida muy triste. El volvió a su país, junto a su generoso
abuelo materno. Ella volvió a su pueblo, con la cabeza llena de proyectos y
deseos de cambiar de aires.
El tiempo pasó. La nueva Rosa se transformaba al
paso del tiempo. Su madre fue la primera en darse cuenta: esos pechos
hinchados, esa nariz tan “despatarrada”, ese no
-
fumar ni tomar café…
¡Pero nena, tienes toda la pinta de una mujer…-no se atrevió a pronunciar la
palabra-. - … embarazada, mamá. Soy una mujer embarazada. - Pero…-angustiada-
no me digas que es dee… - Nooo… ni mucho menos. Tranquilízate. - Entonces, de
quién…
- Mío mamá. Es mío y de nadie más.
- Mío mamá. Es mío y de nadie más.
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