lunes, 28 de febrero de 2011

Desayuno para dos.

- Atiende, Osorio cobarde,
afrenta de hombres, atiende,
porque entiendas la razón,
si no entenderla quieres.


Aún era de noche cuando despertó. La tenue luz de los dígitos del reloj iluminaba toda la habitación. Sigilosamente dejó la cama.
Se dirigió al cuarto de baño. Tomó una larga y cálida ducha al
tiempo que lavaba su hermoso cabello.
Se puso un confortable albornoz  y se calzó unos gruesos calcetines de algodón.
Descendió la escalera que desembocaba en el salón.
Tomó asiento en el sofá blanco adoptando la postura de Buda.
Con el mando a distancia encendió el televisor. Emitían una antigua
película en blanco y negro.
Daba lo mismo, su miraba y pensamiento estaban muy lejos.
Permaneció en aquella postura durante un tiempo.
Con la boca apretada.
Con los ojos entornados.

Un ruido atrajo su atención.
Era la puerta de la cochera.
Él estaba sacando el coche.
Ni un sólo músculo se movió en su cara. Sólo los visores situados
bajo los párpados se deslizaron un instante hacia el lugar de
donde provino el ruido.
Después el silencio.
El tiempo pasaba lento.
Lentamente secándose el largo cabello.

Él apareció de pronto precedido por unos ciertos aromas. Portaba
una bandeja. La puso sobre la  mesa de centro. Con
sonrisa intimidada se dirigió a ella.
- He salido a comprar unos bollos recién salidos del horno. Y he
preparado para los dos chocolate ligero, como a ti te gusta. Te
lleno la taza antes que se enfríe.

Ella puso la punta de los pies en el borde de la mesita y, con un enérgico impulso de los músculos de sus piernas, empujó.
Todo cayó al suelo sobre la alfombra gris claro.

De un ágil salto se levantó y volvió a subir por la escalera mientras
dejaba caer al suelo el albornoz.

Él se cubrió la cara con las manos y sollozó.

Las mujeres no tenemos
vergüenza de las mujeres:
quien camina entre vosotros
muy bien desnudarse puede,
porque sois como nosotras,
 flacas y endebles, hembras,
 mujeres y damas;
y así, no hay por qué non deje
de desnudarme ante vos,
como a hembras acontece.


Versos de “Las Famosas asturianas” de Lope de Vega a propósito del
"tributo de las cien doncellas"

2 comentarios:

Verdial dijo...

No solo es bueno desnudar el cuerpo, sino también, como en esta ocasión, desnudar el alma de emociones contenidas, vete tu asaber por qué motivo, pero que están ahí atrapadas.

Una liberación en todos los sentidos.

Un abrazo

laisaestapia@gmail.com dijo...

Gracias "verdial". Me preocupaba que no se entendiera la historia.

En efecto, a saber lo que esta mujer llevara dentro ¿una infidelidad? ¿Una mentira? ¿Un abandono?

El gesto de quedarse desnuda como si allí no hubiera nadie o, peor, hay alguien pero como si no lo hubiera (o como si fuera otra mujer),es más elocuente que mil palabras. Y él capta el mensaje.

Gracias por comprenderlo.

Un beso.