Los días siguientes al altercado fueron tranquilos, sin gritos ni otras cosas.Parecía que la lectora iba amoldándose a los habitantes de la casa. Influyó, posiblemente, el nuevo truco: leer con el libro ocultandole la cara. De ese modo, aunque algo se oía, se ahorraba la visión de ciertos apéndices.
Pero en esa casa la tranquilidad duraba poco. Una mañana, al llegar al trabajo, la lectora vio salir a los dos hermanos saliendo de la casa apresuradamente y con la hermana abrazada a su hermano. Este iba arropado con una mantita hasta el cuello. La lectora se sobresaltó:
- Pero qué ocurre, ¿puedo ayudar?
- Gracias pero no. Espere en la salita de lectura, tardaremos un rato -dijo la hermana.
- ¿Seguro que no neceistan ayuda? -insitió la lectora-.
- Muy amable, pero no.
Y se marcharon velozmente en un coche espectacular.
La lectora se alegró. Mira por donde se encontraba con unas horas de asueto. Paseó por la sala. Abrió el armario donde estaban los libros... Se aburría. Aquella gente tardaba más de lo previsto... Pero, como dice el dicho, si el demonio se aburre con el rabo mata moscas. La lectora pensó en algo más arriesgado: ver la casa. Recorrer la casa, era una ocasión única. Y así lo hizo.
Comenzó buscando por donde entraba la hermanita cuando menos se la esperaba. A simple vista no había puerta alguna. Golpeó las paredes y ninguna sonaba a hueco. Decidió dejarlo para después, no iba a dedicar todo el tiempo libre en una sola habitación.
Salió al pasillo. Ya lo conocía desde la salita ha la puerta de la calle, pero no la parte de arriba. Sin vacilar subió al piso siguiente. Eran los dormitorios. Dormitorios maravillosos, como el resto de la casa que conocía. De estilo clásico, adornados con dorados, seguramente con pan de oro, pero oro de verdad. Se respiraba lujo por todas partes. El dormitorio era bellísimo, en lugar de adornos dorados eran las telas, hermosísimas telas, el motivo de aquella estancia.
La lectora estaba como ebria, iba corriendo de habitación en habitación, subía y bajaba, abría y cerraba pues no quería perderse ninguna de aquellas maravillas que le recordaban al palacio de Aranjuez.
La siguiente planta era un enorme comedor adornado con increíbles lámparas y apliques. En las vitrinas estaban expuestas vajillas delicadísimas y cubiertos unos de oro y otros de plata. Y así todo lo que iba viendo. Estaba ya cansada. Realmente, tanto lujo, tanta belleza, mareaba.
Ya solo faltaba ver el último piso y volvería a la sala de lectura. Se sorprendió. El piso no era como el resto.
Había un ancho pasillo que iba a parar ante una puerta de dos grades hojas. Empujó suavemente y tuvo suerte, la puerta se abrió. En el primer momento parecía estar en penumbra, se asustó. Poco a poco fue distinguiéndose lo que allí había. Dio unos pasos. A la izquierda, una lampara estaba encendida. Buscó un interruptor y lo encontró, estaba en la pared de la puerta de entrada, así, al abrir la puerta, no se veía.
Al dar la luz la lectora emitió un gran grito: - Pero si es la moqueta como la de "El resplandor" -exclamó horrorizada.
Aún así, siguió examinando aquel lugar. A la izquierda, había una enorme barra de bar. Curiosa rodeo la barra y, debajo vio toda tipo de botellas conteniendo los destilados más caros, allí no había sitio el vulgo, ni para la cerveza ni del vino ni las tapas. Todo era excelencia, más aún: excelentísimo. Tampoco faltaban muchas cajas conteniendo barajas para jugar en varios juegos, perdón, pero primaba la baraja de poker.
La lectora recopiló: camas preciosas; destilados carísimos; tabaco, cartas... Sólo faltaba...
Se arrodilló en el suelo y removió las cajas, buscó por todas partes, según lo que pesaran los bultos, pero nada. Allí ni rastro de drogas. "Es posible que la reciban al comenzar las partidas. Será menos arriesgado que tenerlas en casa".
Decidió que los bajos de la barra ya no tenía que ofrecerle, pero se engañaba. Al colocar las cajas apresudaramente pulsó un botón y de el botón salió una música suave y senxual. La lectora se puso histérica porque no sabía cual de ellos había sido. Nerviosa apretó todos los botones y todos sonaron. Cuanto más se esforzaba en desconectarlo más música había en aquel enorme salón. Por puro azar, el botón culpable se cerró. La lectora estaba desquiciada, pensaba que en cualquier momento entraría un gorila para hacerla trizas. A punto recordó que la casa estaba vacía, no tenía nada que temer.
Rectangular, en la segunda mitad cerca del ventanal, una mesa muy grande y otras más pequeñas. La pared de la derecha, según se entraba, estaba totalmente cubierta por cortinas gruesas que unidas parecía una sola y enorme cortina negra: allí, no se sabía si era de noche o era de día.
La lectora recopiló: camas preciosas; destilados carísimos; tabaco, cartas... Sólo faltaba...
Se arrodilló en el suelo y removió las cajas, buscó por todas partes, según lo que pesaran los bultos, pero nada. Allí ni rastro de drogas. "Es posible que la reciban al comenzar las partidas. Será menos arriesgado que tenerlas en casa".
Decidió que los bajos de la barra ya no tenía que ofrecerle, pero se engañaba. Al colocar las cajas apresudaramente pulsó un botón y de el botón salió una música suave y senxual. La lectora se puso histérica porque no sabía cual de ellos había sido. Nerviosa apretó todos los botones y todos sonaron. Cuanto más se esforzaba en desconectarlo más música había en aquel enorme salón. Por puro azar, el botón culpable se cerró. La lectora estaba desquiciada, pensaba que en cualquier momento entraría un gorila para hacerla trizas. A punto recordó que la casa estaba vacía, no tenía nada que temer.
Rectangular, en la segunda mitad cerca del ventanal, una mesa muy grande y otras más pequeñas. La pared de la derecha, según se entraba, estaba totalmente cubierta por cortinas gruesas que unidas parecía una sola y enorme cortina negra: allí, no se sabía si era de noche o era de día.
Se acercó a las siniestras cortinas y retiró levemente una de ellas para ver a donde daban y el corazón le dió un tremendo vuelco: los hermanos acababan de llegar... Y la habían visto...
Descencieron de un ostentoso automóvil.
- ¿Has visto?
- ¿Qué?
- Que nuestra huesped es curiosa.
2 comentarios:
Ufff!!! Como me gustaría tener tu imaginación...
Un abrazo
Muy buena
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