Catalina de Aragón.

La vida de Catalina de Aragón, reina de Inglaterra es muy conocida ya que han sido publicados numerosos libros así como realizado series televisivas e, incluso, películas.
Catalina fue la hija menor de Isabel I de Castilla y Fernando de Aragón. Nació cuando ya sus hermanas estaban casadas y viviendo fuera de Castilla, por eso su madre se puso muy contenta con su niña.
Dicen los expertos que fue la que más se parecía a su madre tanto físicamente como en el carácter.
Era pelirroja, de ojos claros y tez muy blanca. Lo que se dice toda una belleza.
Era muy inteligente y poseía una gran cultura, digna de una futura reina: aprendió lenguas romances de la península ibérica, francés, flamenco (el idioma de Flandes, no el baile), inglés y, por supuesto, latín, además de artes la danza y la música.
Algo extraordinario en aquellos tiempos en los que los reyes, infantes y señores no sabían leer, tampoco lo necesitaban, para eso tenían a los escribanos y amanuenses.
También tenía un carácter fuerte y enérgico, igual que su madre la reina.
Isabel preparó a sus hijas para ser excelentes reinas. Es decir, unas grandes profesionales de lo suyo: la razón de estado está por encima de sí mismas.
Catalina no fue una excepción.
Precisamente por razón de estado sus padres la comprometieron con tan sólo tres años con Arturo de Gales, primogénito, claro, de los reyes de inglaterra que contaba con dos años.
Es conocida la política de alianzas mediante el matrimonio de sus hijos e hijas, propio de la Edad Media, no es que Isabel y Fernando lo inventaran, como mucha gente piensa.
A los 15 años de Catalina se celebraron los desposorios. Unos meses después Arturo de Gales falleció sin haber sido consumada la unión (de ahí lo del desposorio) dejando a Catalina virgen además de viuda.
Dicen que cuando el padre del esposo la vió por primera vez se enamoró de ella por su belleza y su prestancia. A la muerte de su hijo y heredero quiso casarse con Catalina pero la reina Isabel se escandalizó y no lo permitió.
Mejor le hubiera ido a Catalina casarse con su suegro, se hubiera ahorrado mucho sufrimiento.
Tuvo que esperar hasta los 23 años para casarse con el segundo hijo de los reyes de Inglaterra, cinco años menor que ella: era el abominable Enrique VIII.