miércoles, 8 de diciembre de 2010

La despedida de solter@. Una historia para mayores.

- Por qué ir a esa despedida si llevan más dos años viviendo juntos.
- Porque son nuestros amigos -dijo él.
- Te apuesto lo que quieras a que con esa boda sólo quieren sacar dinero. Estoy segura de que a los tres meses se reparten los regalos "dinerarios" y se divorcian,
- Bueno -dijo él-. Si les hacemos un buen rebalo ellos nos lo harán a nosotros.
- ¡ Que te crees tu eso! De regalar dinero nada. Ya les compraré en "los chinos" una cubertería horrorosa pero con un bonito estuche. A mi estos, no me engañan.
- Pero qué dices... Vamos a quedar fatal -replicó él escandalizado.
- Me da lo mismo. Pero de mi te aseguro que no se rie nadi y, eso de "ellos nos lo harán a nosotros", más despacio. Ya sabes lo que opino sobre lo de firmar papeles,
La miró preocupado. Siempre le había gustado que ella tuviera tanto carácter pero, a veces se excedía. ¿Qué tenía de malo ir a una boda? ¿Y a una despedida? Nada. Son manías suyas. Recordó el trabajo que le costó convencerla para que saliera con él... - Una fiera -se dijo sonriendo. Se sintió exitado por la forma de ser de su compañera sentimental.
La despedida fue organizada por una parte del grupo de amigos. El grupo de parejas que a todas partes van juntos: cenas, viajes, etc.
Debía ser una sorpresa.
Cada uno puso la cantidad de dinero acordada. Sólo trascendió que se había alquilado una casa en el campo y la estaban decorando para la ocasión.
A Ruth, que así se llama ella, las despedidas le gustaban aún menos que las bodas. Siempre que podía se "escaqueaba", total, ella no invitaría a nadie porque nunca se casaría... Además, ultimamente las despedidas de solter@ estaban totalmente desmadradas.
Finalmente aceptó sólo porque Rafa, él, no se enfadara pensando que era una "doñaencontradetodo".
El grupo.
Lo malo o lo bueno, según, de los grupos de parejas eran las relaciones colaterales. Siempre había algo entre "álguienes" además de lo oficial.
Las evidencias era sutiles pero diáfanas para un buen observador: una novia que se introduce en la aglomeración de una barra para pasar ante el novio de otra y barre con su respingón culito la zona del paquete masculino; un novio aficionado a, distraidamente, deslizar el brazo por el cuello de la novia de otro y, dejar caer la mano como muerta muy cerca, totalmente cerca, del pecho femenino; unas piernas que se entreabren cuando en frente está sentado determinado amigo para mostrarle el tanga de rayitas, o de florecitas, o de corazoncitos... Cosas frecuentes cuando se propicia el juntos y revueltos.
Llega la fiesta.
La casa en cuestión estaba lejos, en plena nada. Su aspecto exterior era el de una casa vieja y descuidada.
La caravana de coches llegó puntual y los anfitriones u organizadores salieron jubilosos a recibir a los recién llegados.
Se quedarían asombrados cuando vieran lo que habían hecho en aquel caserón... Risitas de complicidad "ya verán , ya verán" decían unos a otros.
En efecto, fue una agradable sorpresa: en la enorme habitación de la derecha hicieron un comedor con una gran mesa llena de manjares y buenos vinos.
En el patio cubierto, más el hueco de la escalera, habían improvisado una magnífica discoteca con su pista y su dj profesional incluido.
Por supuesto barra libre.
Contorneando las paredes amplios sofás y butacones.
No podían falta unos peliculeros lavabos mixtos con grifería falsamente dorada.
Esto fue lo que vio Ruth al llegar. Le agradó. Estaba muy bien logrado. Habían trabajado mucho para conseguirlo.
Con la música a tope comenzaron con los aperitivos y las copas. Todos de pie moviendo el cuerpecito al son de la música mientras comían y bebían.
Állí empezaron a calentarse los ánimos. Algunos se pusieron pesados obligando a otros a tomar tal exquisita "delicatessen". Lo mismo ocurrió con las bebidas, había quien presumía de barman internacional y deslizaba las copas rebosantes por todas las manos. Consecuencia: ropas manchadas, cristales rotos... "¡Alegría!" gritaban algunos.
Poco a poco el grupo se deshizo. Los había que tomaban el plato y se sentaban en los sofás de la discoteca para comer con más comodidad. Eso de no poner sillas en el comedor fue una idea original pero sólo los diez primeros minutos.
Para bajar la comida la gente se lanzó a la pista. Las chicas se descalzaban porque los altos tacones les impedía realizar sus coreografías. Los chicos se quitaban las camisas y camisetas porque el ambiente estaba cargado entre el calor, el aroma de las bebidas, el humo de los cigarros y el olor de los canutos...
El tiempo pasaba y todo se mezcló: comidas, bebidas, drogas e incipientes desnudos. Lo peor era el cansancio. Sobre todo los pies comenzaban a resentirse.
Lo mejor será ponerse cómodo en los sofás, como al principio. Si buena idea.
Ruth no había bebido. Acordó con Rafa, su chico, que se mantendría sobria para conducir sin problemas.
El resto todos, chicos y chicas, estaban bastante "pedo", osea, borrachos o drogados. Entonces llegó el trueno gordo de la fiesta: ¡¡ Nadie tendría que conducir!!
Todos podrían hacer noche allí, en el piso de arriba. Además, la casa estaba alquilada para tres días así que podrían hacer lo que quisieran tranquilamente, sin prisas...
Ruth decidió que ellos no. Que como estaba despejada volverían a la ciudad y dormirían en su propia cama.
Buscó a Rafa pero no le encontró. "Bueno, estamos de fiesta. No voy a ir tras él como una agobiante mamá", se dijo y continuo bailando. En aquel momento comenzó la música lenta. El novio de la boda, que estaba especialmente cariñoso, la tomó por la cintura y, abrazándola, comenzó a moverse y mover a Ruth al son de la música en algo parecido a una danza erótica.
"Estamos de fiesta", se dijo otra vez. "Hay que ser un poco tolerante". Un poco, pero no tanto, porque el novio ya pasaba los labios y lengua por su cuello y al momento buscaba su boca.
Ruth pensó que tal vez se conformara con un pico, un besito en los labios y punto, puede que así la dejara en paz antes. Sonriedo frunció los labios y los ofreció al pesado novio.
Mientras, algunas parejas disparejas hacían el amor en los sofás de la discoteca.
El dj había desaparecido aunque la música seguía sonando.
Las luces seguian desfilando por las paredes.
Ella se dio cueta entonces que eran los únicos que bailaban en la pista. Estaba a punto de desasirse de su pareja de baile cuando este aceptó el ofrecimiento de sus labios, le deslizó el brazo por la nuca y la besó en la boca introduciendole la lengua en todos los rincones de la boca y esparciendo el nauseabundo sabor del vino, el salmón, la ginebra... Ella luchaba para deshacer el insoportable abrazo que la tenía firmemente sujeta.
A punto de ahogarse logró liberarse. a tiempo. Vomitó camino de la escalera cuando se dirigía en busca de Rafa.
Ella suponía que estaba en alguna habitación del piso superior tomando alguna bebida o descansando un rato.
Empezó a subir lentamente.
El novio de la boda la seguía por la escalera, o mejor, la marcaba.
Estaba muy bebido y le decía continuas obscenidades y le había declarado su amor una decena de veces en tan corto tiempo.
Ruth abrió la puerta del piso de arriba. Al entrar algo obstruía su paso.
- ¡Pero qué es esto! -dijo enojada.
Miró al suelo: era paja. El suelo estaba cubierto con varios centímetros de paja. Pajares en los que
En el piso superior se había reproducido un pajar como el de las casas de labor antiguas. Pajares en los que se refugiaban los amantes para mantener relaciones sexuales a escondidas.
Esa era la incognita sorpresa.
Pero, y a todo esto ¿dónde estaba Rafa? Le llamó pero la música tapó su voz. No se atrevía a seguir caminando. Sentía miedo de lo que pudiera ver. Pero entrar era una forma de huir del salido novio. Entró.
Con la linterna de su móvil fue caminando, esquivando los cuerpos tirados directamente sobre la paja: aquí una y uno; aquí dos y una; allá uno y uno; a la izquierda Rafa... ¡Rafa!... Hubiera reconocido esos glúteos, esa espalda, esa nunca, entre un millón.
Estaba con una. Si, follándola. Él volvió la cabeza pero, deslumbrado por la luz del teléfono ,no pareció reconocerla.
Horrorizada salió de allí. Ahora lo entendía todo. Se trataba de una orgía.
Con el pretexto de la despedida de solter@ habían organizado una orgía y Rafa lo sabía. Era cómplice. La había llevado allí para que otro se la tirara.
Cuando alcanzó de nuevo la entrada, se apoyó en la pared y se dejó caer al suelo poco a poco. Lloraba sin consuelo. Cómo había podido hacerle esto su novio, su único amor, la mejor persona que había conocido y ahora se había convertido en su proxeneta.
El novio de la boda se sentó junto a ella. Tomándola por la barbilla levantó su cara.
Su hermoso pelo castaño cobrizo caía lacio por el sudor a los lados de la cara.
Sus rojos labios temblaban. Sus ojos verdes, manantiales de lágrimas. Era una sinfonía de colores como representación del dolor supremo.
El novio de la boda le dijo que Rafa estaba con su novia.
Que lo echaron a suertes y que les tocó a ellos, Rafa y Ruth, hacer el amor con los novios.
La invitó a entrar. No era tan importante. Sólo era una diversión. Nada más.
Ruth pareció tranquilizarse. Se puso de pie. Entonces vio un antiguo calentador de camas colgado de una argolla en la pared, junto a la puerta. Era un recipiente de cobre con un largo palo torneado para manejarlo. Lo descolgó y lo miró. Lo dejó sobre el suelo, tal vez se lo llevara para decorar su piso.
Se dirigió al novio ¿tienes un cigarrillo? Él asintió. Le puso el cigarro entre los labios y se lo encendió.
Ruth inspiró intensamente una calada mientras observaba al antiguo calentador.
- Está bien. Vamos. Entra tu delante. Guíame.
El novio de la boda giró el oxidado tirador de la puerta, empujó y entró.
De pronto vio que algo volaba sobre su cabeza. Una estrella fugaz. La estela de un cometa. Una luz... Algo como una brasa que cayó en el suelo prendiendo la paja al instante.
El novio vaciló, se tambaleó y al fin entendió. Se dio media vuelta y corrió como pudo hacia la salida.
Pero la puerta parecía estar cerrada por fuera, como atrancada por algo... La llamó a gritos
¡¡Ruuuttthhh abremeee pooor faaavoorrr!!
En aquellos momentos Ruth llegaba a la calle y abordaba su coche y partía muy despacio al principio y muy deprisa despues.
Epílogo.
- Si, señor inspector. Yo estuve allí. Dejé a mi novio y regresé, porque yo trabajo y estudio. Tenía un examen al día siguiente, como podrá comprobar si lo desea. Ojalá me hubiera quedado con él. Ojalá hubiéramos muerto juntos.
Qué pena que con el agua de apagar el incendio no hayan quedado huellas de los asesinos, señor inspector...

2 comentarios:

Verdial dijo...

Ufffff!!!, que angustia casi desde el principio. Primero por el engaño, y luego por el desenlace final...
Creo que no iré jamás a una despedida de solteros, al menos de ese tipo.

Te quedó muy bien el relato. Engancha desde el principio.

Besos

laisaestapia@gmail.com dijo...

Más vale tarde que nunca, querida, que dice el refrán.
Pues si, es una historia angustiosa como tu dices.
Tengo varias historias a medias y todas en la misma línea y no quiero estar escribiendo siempre en este estilo pero creo que no me va a quedar otro remedio.

Un beso, guapa.